El éxito de la Cumbre de Bruselas y la paradoja de Zenón
Pues sí, esta vez la palabra adquiere todo su significado: la Cumbre de Bruselas ha sido un éxito.
El mandato para la Conferencia Intergubernamental aprobado por el Consejo Europeo no dará lugar a una Constitución, pero el nuevo Tratado se le parecerá bastante en los contenidos.
Sin embargo, a estas alturas es evidente que la Constitución elaborada por la Convención Europea en 2003 y endosada por la Conferencia Intergubernamental en 2004 era y sigue siendo el mejor texto posible.
Algunas cosas importantes de la Constitución se han quedado por el camino: su nombre y su forma, los símbolos de la Unión, las nuevas denominaciones -leyes-, la primacía explícita del derecho comunitario, determinadas disposiciones, la ausencia de excepciones nacionales, entre otros elementos.
¿Nos acordamos de la crítica a la Constitución por contener cuatrocientos y pico artículos? Algunos calculan que el nuevo Tratado superará de largo los dos mil...
Pero es cierto que en derechos, democracia y eficacia el nuevo Tratado recogerá lo esencial del contenido de la Constitución, incluso mejorándolo en ciertos temas (energía y cambio climático, por ejemplo).
Ahora hay que conseguir dos objetivos: uno, que el nuevo Tratado entre en vigor, esto es, que no fracase en el proceso de ratificación que comenzará tras la CIG -¿quien se atreve a afirmar que es imposible?-; dos, construir una sólida mayoría política europeísta que evite en el futuro chantajes de Gobiernos como el de los infaustos gemelos.
España ha jugado muy bien sus cartas en esta Cumbre. El Presidente Rodríguez Zapatero ha formado parte activa del grupo de líderes que ha conseguido el positivo resultado del Consejo Europeo. Estamos en el corazón y la cabeza de Europa.
Por cierto, a estas alturas, por si alguien no lo tenía claro, el referéndum español ha sido clave en todo el esfuerzo por impedir el fallecimiento de los contenidos de la Constitución Europea: sin el amarre que representaba el voto ciudadano en uno de los grandes países de la Unión, las consultas francesa y holandesa los hubieran enterrado, por mucho que nos hubiéramos desgañitado defendiendo lo contrario.
En esto, como en el resto de la crítica que ha realizado a la actuación española en la Cumbre, el PP ha demostrado que no se entera.
La unión política, económica y social europea sigue siendo, sin embargo, un objetivo a alcanzar. Y solo llegaremos a esa meta con una Constitución, elaborada como se hizo esta, esto es, a través de una Convención.
De lo contrario, aunque lo conseguido la semana pasada haya sido un paso de calado, estaríamos condenados a experimentar en el proceso de construcción europea la paradoja de Zenón.
Y eso sería insufrible para la ciudadanía.
2 comentarios:
bueno, habrá que ser pragmático!
pero me produce esperanza pensar que hay una nueva generación de políticos europeos dispuestos a sacar las castañas del fuego... aunque salgan ciertamente tostadas...
¡Eso es lo clave, Laura!
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