Empiezo a escribir en El Huffington Post: Grecia, la UE y los titulares rotos
Entro a formar parte de la comunidad de blogueros de El Huffington Post, el diario digital que acaba de nacer y dirige Montserrat Domínguez. Un proyecto ambicioso, que ya fue un éxito en los Estados Unidos y que tiene la frescura de quien ha decidido contar la realidad para que se entienda. Me he estrenado hoy con un post titulado "Grecia, la UE y los titulares rotos". Aquí tenéis el enlace. Copio también el artículo a continuación:
Grecia, la UE y los titulares rotos
Carlos Carnero
Director gerente, Fundación Alternativas
Ni antes ni después de las elecciones generales griegas del 17 de junio la Unión Europea ha estado al borde del abismo. ¡Tranquilos, tranquilos, no tecleen todavía contra mí desde su ordenador! Ya sé que mi afirmación no es políticamente correcta (¡qué tiempos estos en los que afirmar lo contrario sí lo es!), pero déjenme explicarme, por favor.
Porque estamos tan embarcados en el titular catastrófico -y fácil- que he creído olfatear en ciertas crónicas desde Atenas un cierto enfado con los griegos por no haber respondido a lo que se esperaba de ellos: que dieran la mayoría a los partidos contrarios al acuerdo establecido con la UE gracias al que el país ha podido seguir funcionando estos dos últimos años. Son los titulares rotos.
Hay otros que se han molestado con más razón por el resultado. No son los sufridos periodistas que ahora llenan Atenas, después de tantos años sin más de uno o dos corresponsales de la prensa española -por ejemplo- en esa capital. Se trata de quienes, a través de la especulación financiera, llevan apostando (no hay otra palabra mejor para definir lo que hacen) contra el euro desde hace varios años, tanto para hacer enormes cantidades de dinero como para intentar derribar el molesto proyecto que la moneda única y la propia UE representan para ellos.
Decía el otro día un amigo analista que no hay una conspiración específica contra el euro. Y lleva razón...si pensamos que los especuladores son en sí mismos un complot contra todo lo que nos es su propio beneficio, ya sea medido en términos políticos o económicos.
Los enemigos del euro, esos especuladores del complot y sus amigos políticos, esperaban otras noticias de Grecia que, ingenuamente transformadas en la dichosa frase del abismo (entre otras mil parecidas y ya cansinas), ayudaran a sus objetivos. No las han tenido, afortunadamente, porque las crisis se retroalimentan con las malas sensaciones percibidas por la ciudadanía que terminan desalentando el consumo y la inversión. Pregúntenle al tendero de la esquina.
Pero no se equivoquen: no cejarán en el empeño. Volveremos a vivir días de vértigo con la prima de riesgo y las bolsas, como si no existiera más que la economía financiera. Ocurrió hace unos días con el rescate pedido por España para sanear parte de sus bancos: la lógica honesta hacía suponer que la reacción de los mercados sería positiva, pero fue al contrario. No por las dudas sobre tal o cual aspecto de la operación, no porque el Gobierno lo haya hecho mejor o peor, no seamos ingenuos, sino por algo más pedestre: los enemigos del euro se han posicionado para intentar que España tenga que acudir a un rescate de todo el país, algo que para ellos sería un gran negocio a corto -beneficios contantes y sonantes- y largo plazo -acabar con la unión monetaria, para cazarnos uno a uno por separado-.
Saben que la Unión Europea no está al borde del abismo. Que es y seguirá siendo la primera economía y la mayor potencia comercial del mundo, con una ingente capacidad tecnológica y de innovación, con el capital humano mejor formado, con mecanismos de estabilización económica y social (el Estado del Bienestar) que solo la historia puede crear, el lugar del Planeta donde se vive más y mejor a partir de unos valores que se han hecho universales, a pesar de todo. Pero también conocen nuestras fortalezas y debilidades. Y las segundas quieren aprovecharlas al máximo.
Nuestras debilidades están a la vista e incluyen la falta de confianza, la duda permanente, la existencia de 27 estados a veces muy diferentes en la UE y tener que responder sin antecedentes y en tiempo real a la crisis, construyendo al tiempo que se camina, lo que inevitablemente provoca tropezones.
Y, sin embargo, nuestras fortalezas, con ser muchas, no terminan de utilizarse como sería menester. Bastaría con que el Banco Central Europeo anunciara que comprará toda la deuda nacional de los Estados del euro a cualquier precio para ahuyentar a los chacales. ¿Locura? No más que el anuncio efectuado el viernes 15 de junio de forma preventiva: liquidez ilimitada para todo el sistema financiero europeo si en Grecia los resultados electorales complicaban las cosas.
Con su anuncio, el BCE ha empezado a comportarse como la Reserva Federal de los Estados Unidos o como los bancos centrales de cualquier Estado nación con moneda propia. O sea, como una institución federal de una democracia federal. ¿Anuncio propio de quien está al borde del abismo? ¿O garantía de quien conoce sus propias y enormes capacidades? Más bien lo segundo.
Ese es el futuro de la UE, tantas veces demandado por los federalistas (incluidos los que redactamos su primera Constitución), que hoy se muestran como los más pragmáticos europeístas. "In God we trust?". Por supuesto, pero también en nosotros mismos. Si los europeos queremos, les podemos. A pesar de nosotros mismos, lo estamos demostrando cada día: por mucho que se empeñen, el euro no se disuelve, sino que se fortalece. Al tiempo.
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