Europa, sin excusas
Hoy publico en Cinco Días un artículo sobre el día después de las elecciones europeas con el título "Europa, sin excusas". Lo tenéis en este enlace y lo reproduzco a continuación:
Europa, sin excusas
Quizás suene a ya oído, pero esta vez va en serio: la UE que ha salido de las séptimas elecciones directas a la Eurocámara se la juega ante la ciudadanía propia y ajena porque, si se cumplen las previsiones, no tendrá excusa para dejar de responder con democracia y eficacia a una realidad tan compleja y, al tiempo, llena de oportunidades como la que nos ofrece el mundo de hoy.
Sí, la UE deberá afrontar retos enormes: crisis económica y financiera, mantenimiento del estado del bienestar, contribución a frenar el cambio climático y, desde luego, definición de un orden internacional multipolar en el que la solución negociada de los conflictos y la erradicación de la pobreza sean objetivos esenciales.
Como los alumnos perezosos, la Unión podría –una vez más- arrastrar los pies asegurando que las lecciones necesarias para aprobar un examen con tan amplio y complicado temario no se han impartido o, de tratarse de un trabajo en equipo, que los compañeros de clase son poco colaboradores.
Pero ahora no caben evasivas. Primero, porque la UE ya lleva muchos años cursando la carrera; segundo, porque si es verdad que con los libros de texto actuales –Tratado de Niza- es imposible contestar a todas las preguntas, no es menos cierto que con los nuevos –Tratado de Lisboa- se puede hacer correctamente en buena parte de ellas; y tercero, porque quien se sienta al lado en clase –Obama- tiene tantas ganas de echar una mano como de que se la echen, consciente de que en el Planeta globalizado hay aprobado o suspenso general.
Claro que para que todo este ejercicio salga bien hacen falta al menos tres condiciones: que el Parlamento Europeo entrante sea capaz de recuperar la fuerza política e institucional que fue el motor de las convenciones que elaboraron la Constitución Europea y, antes, la Carta de Derechos Fundamentales, textos de los que el Tratado de Lisboa es heredero directo; que la nueva Comisión Europea que elija la Eurocámara tenga el empuje y la autonomía de sus mejores tiempos, cuando su perfil era nítido y sabía hacia donde había que dirigirse; que Lisboa entre en vigor (segundo referéndum irlandés mediante).
Con las nuevas competencias que el nuevo tratado atribuye a la Unión será posible gestionar mucho mejor el “interés comunitario” –recuperemos ese concepto- en terrenos clave como la energía, los asuntos de justicia e interior y la acción exterior, pero aún será insuficiente en otros, como el del gobierno económico y social, que exigirán nuevos desarrollos constitucionales si queremos acercarnos a completar la unión política. ¿Quién lo impide, en un proceso de renovación continua como el de la construcción europea?
En todo ese marco, el semestre de Presidencia Española de la UE se presenta como clave: a una Unión que tendrá que aplicar a fondo el Tratado de Lisboa, responder a la crisis económica y garantizar el modelo social europeo, con nuevos socios internacionales, le vendrá como anillo al dedo que el Consejo esté dirigido por un país y un gobierno profundamente europeístas, dispuestos a actuar en coalición de palabra y hecho con el nuevo Parlamento y la nueva Comisión.
La UE no puede permitirse ya pérdidas de tiempo ni divagaciones. De lo contrario, la confianza ciudadana europea –cuya promoción conceptual y efectiva debe ser una labor prioritaria, por cierto- en la Unión y la de los socios terceros se evaporará en el aire. Y nadie en su sano juicio dilapidaría un capital tan bien ganado.
Carlos Carnero,
Embajador en Misión Especial para proyectos en el marco de la integración europea
1 comentario:
¿Ha leido el articulo de Samir Nair en el El Pais de 13 de junio? Esclarecedor.
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