miércoles, 21 de enero de 2009

Jesús Hermida sobre Obama en El Mundo: un artículo excelente

Exactamente en el mismo sentido de mi anterior post, va el artículo de Jesús Hermida que acabo de leer en El Mundo. Sencillamente, excelente. Os recomiendo su lectura y para ello lo reproduzco a continuación:

El discurso era él mismo
El autor opina que las palabras de Obama no pasarán a la Historia como las de Kennedy o Roosevelt. Cree que el presidente decidió arrinconar su mucha brillantez dialéctica para enfrentarse a la realidad
JESUS HERMIDAY bien: con todo el respeto, la ilusión, la alegría, la esperanza y hasta la gratitud por haberla vivido, que me produjo la toma de posesión de Obama, empezaré diciendo que su tan esperado discurso inaugural no fue ni el mejor, ni siquiera de los mejores, ni de los más memorables siquiera, entre los muchos que conozco, pronunciados por presidentes de los Estados Unidos de América cuando juraron su cargo en la escalinata del capitolio de Washington.
En verdad, o al menos yo así lo veo, las palabras de Obama no han tenido, por poner solo dos ejemplos, ni la grandeza histórica de Roosevelt («sólo hay que tener miedo al miedo») ni la emocionante proclama joven («no te preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país») de Kennedy. A ambos se les cita todavía. No sé, francamente, que se citará del discurso de Obama dentro de varios años.
Y bien: eso no tiene la menor importancia. Puede decepcionar a algunos, es cierto y hasta es posible que el propio Obama lo supiera de antemano. El nuevo presidente decidió, quizá, arrinconar toda la mucha brillantez dialéctica de la que es capaz para enfrentarse a este invierno de nuestro descontento y no perdió tiempo, apenas treinta segundos en dar a los norteamericanos, y al mundo, una noticia buena y otra mala. Obama empezó por la mala: la situación de crisis generalizada es difícil, grave, crítica y peligrosa.Y luego, la buena: lo superaremos. Y a partir de ahí, no fue un discurso sino una arenga. Veinte minutos de encender la mecha que pueda hacer estallar el polvorín del esfuerzo, la honestidad, el valor, la justicia, la igualdad, la libertad y la confianza en que mañana y gracias a «nosotros el pueblo» («we the people», así se expresó) puede ser otro mejor día.
Levántate y anda: sin decirlo eso fue lo que dijo. Cuesta trabajo creer -como me lo cuesta- que el discurso de Obama haya salido así porque sí del horno de su cabeza, y de las de sus asesores, después de casi dos meses de cocimiento. Es impensable, como yo no lo pienso, que Obama haya rechazado los grandes recursos de su oratoria, ya probada y celebrada, simplemente porque no se lo ocurría otra cosa o por descuido. Después de oírle, creo que el contenido, el tono, cada palabra y hasta la duración fueron milimétricamente diseñados para conseguir un efecto aun a riesgo de defraudar las grandes expectativas despertadas y las emociones presentidas por millones de personas.
De hecho -y ese puede ser el efecto deseado- nos ha cogido por sorpresa y con el pie cambiado. Esperábamos un romance para recordar y nos han dado una batalla que pelear. Esperabamos un sueño redivivo de Martin Luther King y hemos oido de nuevo las llamadas patrióticas de los padres fundadores de la nación norteamericana. Unos padres, todos blancos, que borraron cualquier mención a la esclavitud en su Declaración de Independencia o que consideraron que los negros eran solo tres quintos de una persona humana cuando redactaron su Constitución.
Hay que tener grandeza, siendo Obama lo que es, para olvidarse de lo fácil en su discurso y pedir lo difícil: hacer posible lo que parece no lo parece.
Y bien: en realidad, Barak Obama no necesitaba frases más o menos luminosas. Sus mejores palabras, ayer, fueron él mismo.Bastaba verle allí, jurando su cargo con la mano puesta sobre la Biblia de Lincoln, el emancipador, para comprender en carne, hueso, sangre y piel negra que el cambio es la esencia de la vida y, además, su esperanza
Y bien: ese si que fué un gran discurso.
Jesús Hermida es periodista y fue corresponsal en Washington de TVE.

1 comentario:

Alfonso Saborido dijo...

¡Pues hay que pagar para leerlo!
Un saludo.