Forrest Gump, su hermano menor, Bush, Rajoy y Zapatero
La lectura de la entrevista de El País al Portavoz del PP, Esteban González Pons, me ha conducido sin solución de continuidad a la del artículo de Paul Krugman -quizás el más inteligente de los economistas contemporáneos y, desde luego, uno de los pocos que ha sabido entender las crisis de la globalización en los últimos quince años- en el International Herald Tribune (la edición global del New York Times) titulado "Know-nothing politics". Al hilo del debate sobre la energía en la precampaña electoral para la Casa Blanca, Krugman sostiene que el "know-nothingism" -la falta de contenido argumentado, sustentado y razonado en las propuestas políticas- se ha convertido en el núcleo de la estrategia del Partido Republicano, para el que lo que únicamente vale son las respuestas simples, rudas y de supuesta eficacia inmediata a los problemas, considerando débil e inútil a cualquiera que sugiera lo contrario. Tal forma de pensar estaría representada por McCain pero, sobre todo, por George W. Bush, una especie de Forrest Gump del mundo real, un hombre sencillo cuya decisiones triunfan porque estarían basadas en sus agallas y en su superioridad moral. ¿Esto no les suena a algo cercano? En efecto: el PP de Aznar, Rajoy y Cospedal, para quienes todo cabe en una frase no muy elaborada o en un refrán manido, en ese "sentido común" que tratan de oponer a la intención socialista-zapaterista de buscar nuevas fórmulas para afrontar nuevos retos. Subido en esa tabla de surf, con los pantalones remangados hasta la rodilla y las piernas jovialmente cruzadas en el asiento (¡qué moderno!), González Pons nos suelta perlas que no tienen desperdicio, como que está con Obama aunque ni conozca (sic) ni comparta, por ejemplo, su postura sobre la guerra de Irak. Siceramente, los made in Spain se parecen mucho a sus socios republicanos de los Estados Unidos excepto en una cosa: los de aquí no solo quieren ser Forrest Gump, sino además hacernos creer que son tan cools como su hermano menor. ¡Que Dios nos pille confesados!
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