lunes, 30 de junio de 2008

Mi respuesta en El País al artículo de Juan José Millás titulado "El burdel"

Hoy publico una Carta al Director en El País comentando un artículo de Juan José Millás aparecido en ese mismo periódico el viernes 27 de junio. Para que podáis seguir la secuencia, reproduzo tanto la carta como el artículo.


Los bajos instintos
CARLOS CARNERO

30/06/2008

Suele ocurrir. La historia tiene muchos ejemplos de ello. Cuando se les alimenta en exceso y con vísceras, los bajos instintos se hacen dueños de la escena, empezando por la intelectual. De manera que cuando están bien cebados, aparecen con una fuerza irrefrenable. ¡Cuánto sabemos en España de esto!, ¿verdad? Está ocurriendo en este preciso momento y, ante la situación que se acelera, no conviene bajar la cabeza y callar, a ver si escampa. Al contrario, hay que alzar la voz en defensa de la libertad, del pensamiento y de la razón. Es preciso defender los argumentos y, sobre todo, hacerlo desde la responsabilidad democrática. Yo lo vengo haciendo desde hace semanas, en las que quienes hemos votado a favor de la Directiva de Retorno porque pensamos -como José Luis Rodríguez Zapatero acaba de exponer en el Congreso- que mejora la situación existente hoy en la UE al introducir mayores y mejores garantías para los inmigrantes ilegales -que tienen derechos inalienables que el limbo jurídico y la inexistente armonización comunitaria no garantizan- hemos recibido muchas críticas -que respeto y agradezco, como las de Joaquín Estefanía, Soledad Gallego-Díaz y Josep Ramoneda en EL PAÍS, porque sin duda podemos estar equivocados-. Pero el artículo de Juan José Millás titulado El burdel y publicado en este periódico no entra en esa categoría, sino en otra. Quizás el Señor Millás se crea con derecho a llamar prostíbulo al Parlamento Europeo, que siempre ha estado y está a la cabeza de la defensa de los derechos humanos y a calificar a quienes formamos parte del mismo de personas indecentes, decididas a maltratar a los menores y a las personas de raza diferente de la propia. El diccionario nos llamaría ladrones, pederastas y racistas. Como la inmensa mayoría de mis colegas, me he batido el cobre en el Parlamento Europeo día tras día, cumpliendo mi mandato ciudadano, por la libertad y la dignidad de todos los seres humanos, denunciando cualquier clase de dictadura, enfrentándome a cualquier fascista y xenófobo, poniendo mi granito de arena como miembro de la Convención que elaboró la Constitución europea, para que esta Unión tenga una Carta de Derechos Fundamentales jurídicamente vinculante. Por eso me he decidido a escribir esta carta, aunque algunos amigos me decían que no lo hiciera, que era enfrentarme a alguien demasiado poderoso -¡un escritor de éxito!- desde mi modesta posición de eurodiputado. No les he hecho caso, porque desde el mismo momento que aceptas que alguien te agreda y te insulte sin razones, has empezado a perder tu dignidad y, lo que es peor, has dejado de representar la voz de aquellos a quienes representas. Y eso, ni el señor Millás va a conseguirlo.

El burdel
JUAN JOSÉ MILLÁS

27/06/2008

Ser decente es una lata. Implica creer en la dignidad del ser humano y todo eso. Hay cosas (explotar a un semejante, por ejemplo) que una persona honorable no puede permitirse. ¿Pero a quién no le apetece echar de cuando en cuando una cana al aire? Los padres de familia tradicionales (ejemplares, por lo general) tenían para desahogarse el burdel, donde azotaban el culo de las chicas o pedían a las chicas que azotaran el suyo. ¿Por qué no hay burdeles para que las personas virtuosas descansen de su ejemplaridad? Pues sí los hay: ahí está el Parlamento Europeo, donde llegas un día agobiado por las obligaciones morales características de un político honesto, y te puedes permitir el lujo de votar una jornada laboral de 60 horas semanales. Sesenta horas semanales de trabajo son una perversión, como practicar el sexo con correas y lavativas. Equivalen a 12 horas diarias, sin contar los desplazamientos. Porno duro, en fin. ¿Pero a quién no le apetece de vez en cuando despendolarse un poco? ¿Quién no alberga en el fondo de su alma fantasías sadomasoquistas? Pues ahí está el Parlamento Europeo para dar salida a todas estas necesidades. Pongamos que usted, pese a ser un individuo cabal, ha soñado en alguna ocasión con tener en un sótano a un niño, jugar con él durante equis meses y luego abandonarlo en cualquier país. Pues eso lo puede votar ahora mismo en el Parlamento Europeo. Y quien dice un niño dice un hombre hecho y derecho. Coger a un negro, qué maravilla, y encerrarlo una temporada por hambriento, para que aprenda, sin consecuencias de ninguna clase. El burdel es una institución absolutamente necesaria. Reconocer su existencia significa reconocer el lado oscuro del hombre. Si bien no tenemos nada contra sus clientes, nos gustan las personas que, como Borrell u Obiols, se niegan a utilizar sus servicios.

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