El Líbano es de todos
He tardado unos días en escribir sobre el Líbano porque, a pesar de la indignación que me causan los últimos acontecimientos en un país que siento tan cercano -fui Presidente de los Observadores del Parlamento Europeo en las elecciones generales de 2005-, necesitaba un poco de reflexión. Tengo tres ideas: 1) el Líbano no saldrá de la trágica situación en que se encuentra a menos que todas las fuerzas políticas y sociales encuentren un proyecto nacional independientemente de sus diferencias; 2) tal proyecto nacional requiere uan transformación institucional que supere el confesionalismo instalado desde la independencia; 3) todo ello no será posible a menos que las potencias regionales o extraregionales saquen sus manos del país y respeten su independencia.
En la actual mayoría gubernamental hay gente muy seria y plural. Desde Saad Hariri -hijo del asesinado Primer Ministro- hasta Fuad Siniora -el Primer Ministro- pasando por Walid Jumblatt -líder del PSP, el partido de la Internacional Socialista. Ninguno de los tres es un "señor de la guerra" ni una marioneta de poderes extranjeros, sino dirigentes serios y comprometidos con su país, que han reaccionado con moderación e intelegencia a los últimos acontecimientos.
En esos acontecimientos encuentro una gran responsabilidad de Hezbollah, dispuesto a tomar el país al asalto utilizando su fuerza militar y provocando una situación de inestabilidad, muerte y desolación que nos retrotrae a épocas pasadas insufribles entonces y ahora también. El Partido de Dios -con cuyos dirigentes me reuní en 2005- está actuando de forma irresponsable y sectaria.
A estas alturas, la equidistancia equivale al silencio y éste al asentimiento. Por eso lo digo alto y claro: que Hezbollah pare sus actuaciones y acepte que en un país democrático el uso de la fuerza es ilegal e irracional.
La UE -muchos de cuyos países tienen tropas desplegadas sobre el terreno, incluyendo a España, en un meritorio esfuerzo por el que ya hemos pagado un pesado tributo en vidas humanas- debe actuar con rapidez y claridad, en defensa de las instituciones, del Estado de Derecho y de que los milicianos vuelvan a sus cuarteles. El Líbano es de todos sus ciudadanos, no de una parte, por mucho Partido de Dios que se llamen.
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