lunes, 7 de abril de 2008

Obama, Clinton y lo políticamente correcto

Ahora que también en España parece que lo políticamente correcto es mostrar simpatía con Barack Obama y antipatía por Hillary Clinton, me ha parecido muy interesante el artículo que publica hoy El Mundo sobre cómo van algunas cosas en las primarias demócratas. Lo reproduzco a continuación. Atención sobre todo a los datos que separan en voto a Obama y a Clinton: pocos los conocen, porque la impresión que dan muchos medios es que el primero va arrasando. Lo que son las modas en política y comunicación, ¿verdad?

CARRERA HACIA LA CASA BLANCA / Política y medios de comunicación
Todo vale contra Hillary Clinton
En el país de la corrección política, la candidata demócrata sufre un linchamiento mediático sin precedentes
PABLO PARDO. Especial para EL MUNDOWASHINGTON.- «¿Cómo podemos apalear a la zorra?» «¡Esa es una excelente pregunta!». Así, entre las carcajadas del público, transcurrió el mitin que el senador John McCain dio en una zona rural de Carolina del Sur el 12 de noviembre. No hubo protestas. Ningún periódico lamentó que el candidato republicano a la Casa Blanca, que no cesa de repetir que va a llevar a cabo una campaña «honorable», no fuera capaz de pedir a la mujer de mediana edad que le hizo la pregunta un poco de educación. Porque la «zorra» a la que hay que «apalear» era, evidentemente, Hillary Clinton.
Así es esta campaña. Si la senadora demócrata suelta una carcajada en una entrevista es que tiene una risa «diabólica», como explicó un invitado a un programa estrella de la cadena de televisión Fox News el otoño pasado. Si a Hillary se le quiebra la voz en un encuentro con seguidores en New Hampshire, es que es «débil». O es que está fingiendo. Si es muy agresiva, es como si fuera un hombre. Si es afectuosa, es que es ñoña. O sea, Clinton «es alternativamente sensiblera y cabrona», en palabras pronunciadas por Christopher Hitchens, uno de los periodistas más prestigiosos de EEUU, en una entrevista el sábado en Meet the Press, de la NBC, probablemente el programa de información política más respetado de todo el país.
Haga lo que haga, la senadora por Nueva York ya ha perdido la batalla de los medios de comunicación. Y por goleada. Entre los demócratas y los republicanos. La columnista de centroizquierda más popular de The New York Times, Maureen Dowd, ha acusado a Hillary de «querer destruir el Partido Demócrata». La igualmente izquierdista Ariana Huffington, propietaria del influyente blog The Huffington Post, la ha calificado de «empollona». Aunque, en muchos casos, la prensa, más que hostil, es insultante. Cuando su hija Chelsea empezó a participar en los mítines de su madre, el comentarista de la cadena de televisión MSNBC David Shuster dijo que la estaban «chuleando». En su reciente biografía acerca de Hillary, el Premio Pulitzer por sus investigaciones en el escándalo Watergate Carl Bernstein explica que la ex primera dama tiene «los tobillos anchos» y que «no hay nada femenino en ella». Pero nadie se ha metido, sin embargo, con las orejas de Barack Obama.
No es sólo una actitud de la prensa estadounidense. Es un reflejo de la sociedad de ese país. Los dos Clinton son personalidades controvertidas hasta el punto de despertar odio. En internet se pueden comprar camisetas que dicen «Es una pena que Hillary no se hubiera casado con OJ», en referencia a O. J. Simpson, el jugador de fútbol americano que asesinó a su mujer con doce puñaladas en 1994. Por 27 dólares, uno se puede comprar un cascanueces que es un muñeco de Hillary en el que ésta parte las cáscaras de los frutos secos con la entrepierna.
Contra Hillary Clinton, vale todo. Y eso es algo inusual en EEUU, el país de la corrección política. Como ha señalado la escritora feminista Robin Mogan, «si esto fuera contra los judíos, lo calificaríamos inmediatamente como propaganda antisemita. Si fuera sobre cuestiones raciales, como veneno del Ku Klux Klan. PETA [Gente por el Tratamiento Etico de los Animales] se pondría furiosa si esto fuera sobre animales».
Pero el linchamiento mediático de Hillary va más allá de las anécdotas. Walter Shorenstein, el fundador y financiador del Centro Shorenstein para la Prensa, la Política y las Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, se ha declarado «indignado» por la cobertura de la campaña. Claro que Shjorenstein es un destacado partidario de Clinton, por lo que su mensaje no es del todo objetivo. Pero otros estudios procedentes del extremo político opuesto confirman esa tendencia. Según un análisis del Centro para los Medios de Comunicación y los Asuntos Públicos (CMPA), próximo al Partido Republicano, en el mes de enero el 84% de las noticias sobre Barack Obama fueron favorables, un porcentaje que cae al 73% con el candidato republicano John McCain y se hunde al 51% con Hillary Clinton.
Esta tendencia a disparar a Hillary en cuanto asoma la cara está afectando a la carrera electoral. Por ejemplo, el famoso movimiento popular de Barack Obama apenas ha logrado el 49,5% del voto en las primarias demócratas, frente al 46,9% de Hillary Clinton. En otras palabras, la «fuerza irresistible» del senador por Illinois apenas tiene 2,6 puntos porcentuales más de voto que su rival. Lo mismo pasa con la renovación y el cambio de Obama, que en su equipo incluye caras tan jóvenes como las del senador Ted Kennedy, de 74 años, o del ex asesor de Seguridad Tony Lake, de 69.
Lo que nadie sabe es a qué se debe esta catastrófica relación de Clinton con los medios. La campaña de Hillary no es más cerrada que la de Obama. Y es mucho más abierta que la de otros candidatos, como el republicano Rudy Giuliani, que gozó de una larga luna miel con la prensa hasta que abandonó sus pretensiones presidenciales. Evidentemente, Hillary tiene un problema con Obama porque, al ser éste negro, cualquier declaración de ella en su contra se interpreta como un ataque de racismo en un país que vive traumatizado por las relaciones raciales. Los Clinton, además, siempre han tenido una marcada tendencia a no tomar prisioneros en sus batallas políticas, lo que les ha dejado una más que notable lista de enemigos, entre la prensa y fuera de ella.
Y no es menos cierto que la relación de los Clinton con los medios de comunicación fue, casi desde el principio, muchísimo peor que la de, por ejemplo, George W. Bush. De hecho, desde 1993 hay una novela, Primary Colors, escrita por el periodista demócrata del semanario Time Joel Klein, en la que Hillary queda como una mujer ambiciosa y sin el menor escrúpulo.
Al fin y al cabo, tal vez ésa sea la clave: Clinton es una mujer. Como ella misma dejó caer cuando, después de que se le saltaran las lágrimas en New Hamsphire, EEUU estalló en una surrealista pelea acerca de si el ataque había sido sincero o fingido: «Una mujer candidata está en una posición difícil. Un hombre puede llorar. Con una mujer, es una dinámica diferente».

1 comentario:

Alejandro dijo...

Estimado Carlos,
La principal lectura que podemos hacer de la campaña americana es completamente de genero. Resulta increible que, en el "pais de la libertad", el hecho de ser una mujer siga siendo un handicap negativo para ciertos sectores de la vida publica. Cuando uno lee estos articulos nos da la sensacion de que Nancy Pelosi no fue mas que una falsa esperanza igualitaria...
Saludos socialistas,
Alejandro