Los del PSOE discutimos sobre qué demócrata ganará la Casa Blanca; los del PP, sobre qué republicano la perderá
La democracia norteamericana puede no ser la más perfecta de las democracias, pero es una de las más vivas. Demasiadas veces lo olvidamos en Europa, donde desde luego hemos construido una democracia sólida que no solo garantiza los derechos políticos, sino que se ocupa de los sociales de forma prioritaria, porque libertad e igualdad son conceptos inseparables.
Las primarias norteamericanas están despertando un interés inusitado en todo el Mundo, mayor sin duda que en anteriores ocasiones. En especial, la pugna Clinton-Obama. No voy a esconder mis simpatías por Hillary, porque a la vista de sus propuestas y de sus actuaciones considero que cuenta con el programa más sólido y la trayectoria más creíble. Lo que sí me ha hecho gracia es que la diferencia horaria haya dejado a tanto comentarista pasmado: ha sido gracioso leer todo tipo de artículos en la prensa europea, enviados antes del cierre de las urnas en New Hampshire, dando por vencedor proclamado (no por posible ganador, como vaticinaban los sondeos) a Barack.
Me ha indignado, eso sí, que Clinton esté sufriendo análisis que rozan el insulto intelectual. Ahora resulta que su victoria en New Hampshire se ha debido a una "lágrima furtiva y... calculada". En el International Herald Tribune de hoy se publica una maravillosa viñeta al efecto. En ella se ve la cara de Hillary en 9 estampas consecutivas e iguales: en las siete primeras, alguien dice desde un "bocadillo" que es un robot, que es calculadora, que es distante, que no tiene sangre en las venas, que es como una máquina, que es gélida y que no tiene emociones; en la octava, ella suspira; en la novena y última, el bocadillo vuelve a hablar para afirmar: histerismo femenino, mientras dos personajes diminutos añaden "a no ser que esté planeado".
Creo que por eso me gusta Hillary: no es la estrella fulgurante de un universo guapo y de moda, que basa sus ideas en frases afortunadas; no es lo políticamente correcto. Eso que tanto daño hace a una política programática pensada para la gente: el parecer antes que el ser o el hacer. Por cierto, hablando de gente: interesante la encuesta que refleja que los votantes de Clinton y Obama son parecidos pero no iguales; por ejemplo: la mayoría de los de New Hampshire que han votado por ella son favorables de la retirada de Irak ya; los de Barack se lo piensan y prefieren ir despacito. Otra cosa: como decía ayer un comentarista en The Guardian, ¿por qué Obama no tiene agallas para declararse en contra de la pena de muerte, ahora que solo los tejanos la defienden?
Me gustan al tiempo la seriedad y el atrevimiento. Se pasa el mensaje de que Obama es sobre todo lo último pero también lo otro, y de que Clinton solo lo primero. No lo creo, leyendo y leyendo propuestas e ideas.
Me he propuesto para los próximos días releer La Democracia en América, de Tocqueville. Lo hice una vez y me costó terminar el libro, lo reconozco, pero hoy me parece de lo más interesante.
En todo caso, lo más relevante del tema es esto: con ella o con él en la Casa Blanca, los Estados Unidos darán un giro al centro progresista, abandonando la catástrofe de la era Bush. Hoy por hoy, creo que todos los datos indican que sea quien sea su candidato, los republicanos tienen todas las de perder. Así que los del PSOE de Zapatero discutimos sobre qué demócrata ganará la Casa Blanca; los del PP, sobre qué republicano perderá las elecciones. ¿Simplismo? ¡No, qué va!: que se lo pregunten a Aznar o a Rajoy, a ver qué dicen. Ellos, en todo caso, se debaten entre McCain y Huckabee. ¡Qué horror!
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