lunes, 7 de noviembre de 2011

El cambio europeo puede empezar por España

Aquí tenéis el último artículo que he publicado en Nueva Tribuna:

El cambio europeo puede empezar por España

Carlos Carnero

La hora de decidir quién va a gobernar en España ha sonado precisamente cuando se empieza a hacer camino en Europa el gran debate sobre si podemos y debemos cambiar el rumbo que ha venido aplicándose para tratar de salir de la crisis.

Leer la Carta que Yorgos Papandreu –al que pude oír en directo el pasado mes de julio y al que he tenido el honor de conocer personalmente- al Presidente del Consejo Europeo del 1 de noviembre y escuchar al tiempo el llamamiento de Rubalcaba a la UE para salir de la crisis con un Plan Marshall Europeo de inversión y estímulos, dejando atrás la política del ajuste por el ajuste, me lleva a la conclusión de que muchas cosas empiezan a moverse en el buen sentido.

¿Cuál es ese sentido?

El de transmitir a la ciudadanía europea, incluida la española, el nítido mensaje de que –una vez hecho los esfuerzos de contención del gasto impuestos por la coyuntura- lo que toca son políticas keynesianas orientadas a fomentar el crecimiento sostenible y la creación de empleo a partir de un abandono de la deuda como forma de conseguir ingresos públicos, algo que puede conseguirse, para sostener el estado del bienestar, reforzando la capacidad de imposición progresiva de los estados miembros y de la propia UE, en este caso a través de la Tasa sobre las Transacciones Financieras Internacionales, los gravámenes verdes o la emisión de eurobonos.

Esa es una alternativa que algunos llevamos tiempo defendiendo –lo escribí en Nueva Tribuna el 27 de mayo en “Se puede ganar a la derecha”- y que ahora se abre paso para dejar claro que la política de ajuste duro aplicada hasta la fecha ni es la solución a la crisis, ni es eficaz, ni es justa ni es compartida por cualquier fuerza política europea si se la pretende mantener a cualquier precio y por tiempo indefinido.

La derecha europea así lo pretende, desde Berlín y París hasta Madrid.

Hay quien afirma todavía que el PP no tiene programa. No es mi caso, porque me resulta evidente lo contrario: la derecha española tiene una idea muy clara de lo que quiere hacer, que sin duda ahondará la crisis, elevará el desempleo, destrozará los servicios sociales, romperá el estado del bienestar, hará más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y aumentará la desigualdad.

En eso se traduce reducir impuestos a los que más tienen o no crear otros nuevos y, encima, plantearse reducir los gastos públicos. La cuadratura imposible de un círculo que termina derivando en el cuadrado de la política antisocial a ultranza.

Por eso creo tan oportuno el discurso de Rubalcaba, que ya empezó a perfilar a principios de julio y ahora encuentra todo su desarrollo: si la UE quiere salir de la crisis, debe hacerlo por la vía socialdemócrata; intentarlo por la vía neoliberal lleva directamente al fracaso. Y es imprescindible conseguir un giro en la política europea –ahora que cuenta con una gran cantidad de instrumentos de gobierno económico que hemos construido en el tiempo récord de dos años a partir de la Presidencia Española del Consejo- porque ningún país, tampoco España, puede salir solo de esta crisis.

Muchos criticarán la política llevada a cabo por el Gobierno Zapatero, pero no más que los que saben que un Gobierno de la derecha hubiera no recortado, sino cercenado, el estado del bienestar. Muchos dirán aquello de “a buenas horas, magas verdes”, pero no más que los que saben que su movilización ha conseguido que el candidato socialista Rubalcaba arranque con un claro discurso de izquierdas. Muchos pensarán que ya es tarde para rectificar, pero no más que los que saben que nada está decidido hasta que cierran las urnas: el 14-M de 2004 es un buen ejemplo de ello.

Pero, en todo caso, si faltaba algo, basta mirar lo hecho por los gobiernos del PP tras el 22-M. Los progresistas que no fueron a votar o desperdiciaron su papeleta pueden echar un vistazo a la marea verde en defensa de la educación pública para comprobar que se equivocaron. Y no pueden volver a hacerlo.

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