domingo, 5 de junio de 2011

Descenso del paro registrado en mayo: mi artículo en Nueva Tribuna

Publico en un artículo en Nueva Tribuna sobre el descenso del paro registrado en mayo:

Tinto de verano

Carlos Carnero

Entre abril y mayo, hay 150.000 parados menos registrados en las oficinas del INEM. Creo yo que es una buena noticia, en primer lugar para quienes han encontrado empleo. Pero debo creerlo solo YO a la vista de las reacciones de partidos políticos, agentes sociales y medios de comunicación. Se ve que no me entero.

Lo mismo que en abril, el dato de mayo -80.000 desempleados menos- ha sido recibido con la que va convirtiéndose en la cantinela habitual: la tasa de desempleo mejora gracias a los contratos veraniegos, subtitula –no merece ni un mísero titular- un sesudo periódico global en español; el descenso en la desocupación se debe –creo recordar la frase literal- a un incremento en las actividades veraniegas, afirma un no menos sesudo responsable sindical.

Así, a bote pronto, se me ocurren dos comentarios.

El primero: esto de la economía depende en buena medida de la confianza del inversor y del consumidor. Si se fomenta de forma continua la incertidumbre, aquí no invierte ni compra ni Dios. Lamentablemente, a lo largo y ancho de la crisis, los medios de comunicación y los formadores de opinión no han parado un solo día de enfocar los elementos negativos y hacer sombra a cualquier elemento positivo, por leve que fuera. La razón es obvia: si pronosticas algo, tenderás a conseguir no equivocarte para no quedar fatal; se llama profecía autocumplida. Es la que aplican con rigor y constancia, por ejemplo, las agencias de calificación de deuda, entrañables amigas de España y otros países del sur de Europa.

Puede haber otras explicaciones, entre ellas los propios intereses, la mala fe o, simplemente, la ignorancia. De las dos primeras no hablo. Pero sí quiero hacerlo de la tercera. Así que vamos a parlotear de “los contratillos de verano o las actividades del calorcito…”

¿Saben ustedes que la industria turística es la primera de España? ¿Qué representa en torno al 10 % de nuestro Producto Interior Bruto? ¿Qué ocupa de una forma u otra a 2.000.000 millones de trabajadores? ¿Qué no consiste únicamente en el sol y playa, sino que está haciendo un importante esfuerzo de renovación orientado a la excelencia, la calidad, sostenibilidad, la diversificación de oferta, la profesionalización de la intermediación y la gestión, y la desestacionalización? ¿Qué nos visitan unos 60 millones de turistas? ¿Qué su número ha crecido a lo largo de los últimos meses y que cada uno de ellos ha llegado a aumentar su gasto diario en un 24 % desde que empezó el año? Ah, ¿y que somos la segunda o la tercera potencia turística mundial, según se mida, en dura competencia con otros paisillos de nada: Estados Unidos, Francia, Italia, etc.? ¿Y que, además, eso implica inversiones que van desde las tecnologías de la información y la comunicación hasta la formación en todos los niveles –universitario y profesional-, pasando por la planificación y la protección del medio ambiente, que repercuten directamente en la ordenación del territorio, la fijación de la población y la lucha contra el cambio climático?

Quizás alguien piense que todo lo dicho, en realidad, son asuntillos del verano o del veraneo. Que se trata de cuatro chiringuitos en la playa y unos cuantos hoteles. Poca cosa. ¡Filfa en comparación con la modernidad, la postmodernidad, el I+D+i, casi algo propio del turista un millón o de “me lo dijo Pérez, que estuvo en Mallorca”!

Pues va a ser que no. Ya querrían muchos países contar con la industria turística española y con su capacidad de crear empleo. Y lo intentan todos los días para darnos un buen empujón en la lista.

Seguro que, si las cosas siguen así, cuando en el 1 de octubre en España haya medio millón de desempleados menos, con el consumo que esas personas que han encontrado trabajo generan –potenciando otras ramas de la industria, la agricultura y los servicios, lógicamente-, alguno continuará insistiendo en que son cosas del calorcito.

En fin, que disfrute de su tinto de verano.

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