El nuevo Show de Truman: mi artículo en Nueva Tribuna
Publico un artículo en Nueva Tribuna con el título "El nuevo Show de Truman", sobre especuladores y crisis:
El nuevo Show de Truman
Carlos Carnero
Supongamos que un/a ciudadano/a cualquiera tiene una deuda por gastos fijos de su casa similar a la de otros ciudadanos de su entorno social; que, además, los números rojos de su cuenta corriente no son en realidad alarmantes y, al igual que con el dato anterior, están en un nivel parecido al de los vecinos comparables en nivel de renta y gastos; que, finalmente, la suma de lo que deben todos los miembros de su familia tampoco es distinta a la de otras familias de su mismo ambiente.
Pero que alguien que no le quiere bien (porque se atrevió a invertir con éxito en lugares y asuntos que otros consideraban propios en exclusiva, por ejemplo) y, sobre todo, desea beneficiarse de la coyuntura, va propagando falsedades por la ciudad sobre él/ella, como que todas las variables citadas son enormes en comparación con los demás y que, aunque llegara a demostrarse que no es realmente así, puede asegurar que tal persona es poco de fiar porque su pareja no le quiere, sus hijos tampoco le aprecian y, de natural, le gusta derrochar. “Ya se sabe cómo son los/las de su tipo, ¿no?”.
El caso es sembrar la duda, la sospecha, para que el coste de los créditos que pide el ciudadano en cuestión (tomado como víctima propiciatoria) aumente –así podrán hacerse realidad las malas profecías-, los intereses a ganar por quien le preste crezcan e, incluso –pánico mediante-, se terminen contratando primas de seguros por si las moscas del impago, suscritas, eso sí, a buen precio.
Si el propagador de rumores obtiene suficiente audiencia, recibirá estupendos beneficios por ambas vías: los intereses y los seguros. De paso -¿por qué no?-, puede terminar consiguiendo que la moneda con la que vive y trabaja la comunidad de vecinos del afectado tenga tantos problemas que las monedas de otras comunidades de vecinos realmente en dificultades salgan bien libradas. Y, sobre todo, habrá alcanzado la meta de conseguir que la inestabilidad sea el magma en el que especular y especular, en un río sin fin de mentiras, rumores y lucro exagerado.
Pongan que ese ciudadano/a se llama España.
Los que nos atacan saben bien que este país no está para el arrastre, que su economía presenta problemas -¡cuál no!-, pero que no son insalvables, que tiene recursos para salir adelante y que, de hecho, comienzan a avizorarse datos esperanzadores en ese sentido. Pero han dictado sentencia: somos la pieza vulnerable a atacar. Y han creado para ello un nuevo “Show de Truman”, pero en forma de pesadilla.
Primero, porque su última mentira (cuando los datos ya no avalan las otras) es que somos un país mediterráneo de gente de poco fiar, terreno abonado por todo tipo de prensa salmón y amarilla; segundo, porque somos un país de gran tamaño, jugoso, en consecuencia, para hacer grandes beneficios, no migajas; tercero, porque representamos un alto porcentaje del PIB de la zona euro, de manera que, perjudicándonos, se puede hacer daño de verdad a la moneda única; cuarto, porque no perdonan que grandes empresas españolas se “atrevieran” a invertir con éxito en países vedados y terrenos considerados como coto privado durante años y años (Estados Unidos, Reino Unido, sector bancario, telecomunicaciones, grandes infraestructuras); quinto, porque les duele nuestro europeísmo, máxime cuando presidimos el Consejo de la Unión; quinto, porque saben que aquí no hay frente común, ni político ni mediático, frente a las dificultades o los mordiscos, y la responsabilidad es un valor a la baja (nunca mejor dicho).
No hay que ir muy lejos para verlo todos los días. La primera noticia de cada mañana es la situación de los mercados, la prima de riesgo de nuestra deuda, la fiebre bursátil. Aún sin querer, se alimenta la espiral de pánico que buscan quienes nos atacan para seguir enriqueciéndose.
¿Errores propios? Muchos. ¿Cosas que corregir aquí? Numerosas. ¿Críticas que hacernos a nosotros mismos? Las que hagan falta y más. ¿Decisiones que tomar? Bastantes, algunas en marcha, por cierto, legítimamente apoyadas o criticadas por muchos de buena de fe (de quienes lo hacen sin ella, para qué hablar).
Pero no seamos ilusos: la operación está ahí fuera a máxima velocidad. Y la protagonizan quienes pusieron en marcha la crisis del 2008 y, para salvarse, propiciaron la elevación de la deuda y el déficit y hoy reclaman su reducción acelerada para seguir haciendo beneficios, con una mano y con otra.
Hay cosas que debemos tener claras como el agua en estos momentos desconocidos históricamente para las generaciones vivas, que ninguno de nosotros ha experimentado antes y para los que no tenemos recuerdos que aplicar como experiencias (recordar a Hobsbawn aquí y ahora es esencial).
Una, que la economía real es más importante siempre que cualquier ingeniería financiera, porque el mercado más definitorio no es la bolsa de valores; dos, que solo la intervención del estado en la economía nos protege a todos de los errores e ineficiencias del mercado; tres, que cualquier paso dado en la coyuntura es temporal y no puede poner en cuestión los fundamentos del consenso social que representa el estado del bienestar; cuatro, que solo hay salida en el marco europeo y que el euro no es únicamente una garantía, sino un valladar principal frene al presente y el futuro; cinco, que es mejor no propagar rumores interesados; seis, que el rumor del día lo lanzan desde la City quienes no se esconden para machacarnos y hacerse más ricos todavía.
De esta saldremos más fuertes. Pero sobre todo lo haremos bien si, de una forma u otra, refundamos el capitalismo, como dijo…Sarkozy, ¡no Marx, malpensados!
Por mi parte, he decidido no actuar como bulto en su nuevo Show de Truman.
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