sábado, 1 de mayo de 2010

Malhumorados y pobres no controlan: mi artículo en Nueva Tribuna

Al hilo del debate abierto sobre las agencias de calificación de deuda, publico un artículo en Nueva Tribuna con el título de "Malhumorados y pobres no controlan":

Malhumorados y pobres no controlan

* Carlos Carnero

"Que cada uno haga lo que crea más conveniente, pero yo no me fiaría demasiado de unas empresas (no lo olvidemos, que buscan un lucro privado) dedicadas, entre otros menesteres, a la calificación de la deuda pública, que tienen nombres tan pintorescos como Standard & Poor’s o Moody’s (que podría traducirse por “Normal y Pobre” y “Malhumorado” o de “Humor cambiadizo”, respectivamente), no vaya a ser que o bien me estén dando gato por liebre (porque no creo que sus dueños y ejecutivos pasen apuros económicos) o bien hagan honor a su nombre y tengan, hablando en plata, mala leche.

Esto último, sin embargo, parece más verosímil. Tanto como que pueden hacer y, de hecho, hacen, mucho daño. Que se lo cuenten si no a los perjudicados por Lehman Brothers y las subprime, entidades y productos calificados estupendamente hasta la víspera de su caída por algunas de las empresas de rating más reputadas. O a España, que de repente ha visto cómo, a pesar del limitado volumen de su deuda respecto a la media de la UE y la calidad de la misma –avalada desde la Comisión Europea hasta cualquiera con dos dedos de frente y honestidad-, le bajaban la nota sin comerlo ni beberlo.

Claro que tampoco hay que exagerar: las agencias citadas no son las culpables de la crisis económica ni del desempleo. Pero, eso sí, forman parte de ese capitalismo financiero de casino que desde hace ya bastantes años viene pugnando por hacerse con el control de una globalización todavía tan desregulada –a pesar de los avances, pocos o muchos, pero avances al fin y al cabo, registrados en el G-20- que la llamada economía real, esa que no desaparece con darle a la tecla de una transacción especulativa pero sí puede verse dañada de inmediato en su expectativa (que en este sistema sin racionalidad suficiente para asignar recursos de forma eficiente y justa es un elemento clave) por tal movimiento del dedo índice.

Y tampoco basta con llamarles de todo a tales empresas, como está pasando en los últimos días, pues al capitalismo de casino y a la crisis que ha provocado hay que oponerles proyectos sólidos y alternativas tan razonables como eficaces, que tienen que incluir ajustes, por supuesto, pero no solo. No sea que, en el 71 aniversario de la Gran Depresión, vayamos a olvidar la lección de que el crecimiento y el empleo dependen en buena medida, para existir y, ante todo, para ser sostenibles y cohesivos, de una presencia fuerte del sector público y de la intervención permanente del estado. Al menos desde que el amigo Keynes demostrara que el empleo, el interés y el dinero no funcionan como una máquina neoclásica (estaríamos todos famélicos y en la ruina) y desde que los europeos asumimos –incluso constitucionalmente, vía Tratado de Lisboa- que la nuestra es una economía social de mercado.

Frente a lo que está ocurriendo ahora, muchos echan la culpa a las dudas alemanas y al tiempo perdido en aplicar el mecanismo de rescate creado por la UE a Grecia; otros, a la distancia que media entre los déficits públicos de la zona euro respecto a los límites establecidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. De todo hay. Pero sobre todo hay que mirar a lo que falta: capacidad de gobierno económico y social europeo para afrontar de forma estable, planificada, sólida (que recursos tenemos de sobra) y común la gestión del ciclo económico. España lo ha entendido tan bien que su gobierno no ha parado de hacer propuestas en ese sentido desde que el 1 de enero asumiera la Presidencia europea: solidaridad política, plan de rescate, Estrategia de Crecimiento y Empleo 2020 (presentada por la Comisión y a aprobar en junio).

Y también habrá que avanzar ideas y decisiones respecto a la calificación de la deuda pública, si no queremos seguir al albur de pobres y malhumorados: ¿para cuándo una agencia pública de la UE ligada al Banco Central Europeo y formada por profesionales independientes que analicen de manera objetiva la calidad de los empréstitos de cada estado de la zona euro? Tan difícil no es. Tan imprescindible sí."

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