Los derechos humanos primero: mi artículo en Nueva Tribuna
Publico en Nueva Tribuna un artículo sobre los derechos humanos titulado "Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará". Lo tenéis en el enlace y también lo reproduzco a continuación:
Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará?
Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará? Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará? Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará? Y así, hasta diez veces repetida de forma machacona y contundente, se consigue que esta frase tenga en el espectador un efecto que va elevándole las pulsaciones cardíacas y mentales hasta casi hacerle saltar de la silla para gritarle a cualquier violador de los derechos humanos que se va a encontrar con él enfrente para defender a los que son perseguidos por sus ideas políticas, su confesión, su género, su clase o no importa qué tipo de circunstancia o condición en cualquier lugar del Planeta.
Así de vibrante es el final de la obra de teatro de Ariel Dorfman “Voces contra el poder: más allá de la oscuridad”, basada en el libro “Speak truth to power”, de Kerry Kennedy (sí, la hija de Robert F. Kennedy, el fiscal general y candidato in péctore a la Casa Blanca asesinado en 1968), que los Cursos de Verano de la Universidad Complutense nos han regalado hace unos días en El Escorial en sesión única, no tanto por el número de representaciones, sino por su enorme simbolismo.
Escuchar a diez actores de la talla de Martin Sheen, Carmen Estévez, María José Goyanes, Ana Álvarez, Antonio Hortelano, Jordi Dauder, Ruth Gabriel, Marta Belaustegui, Ramón Langa y Eusebio Lázaro interpretar los testimonios personales de quienes han alzado la voz contra la opresión y la injusticia, poniendo en juego su vida, incluso hasta las últimas consecuencias, en Chile, Guatemala, India, México, Palestina, Turquía, Rusia, Vietnam y otros muchos lugares nos recuerda algo tan claro e ineludible como que los derechos humanos son inviolables y universales y que su defensa está por encima de cualquier otra consideración.
Los responsables políticos y, demasiadas veces, también la opinión pública tienden a relativizar la defensa de los derechos humanos por los mismos razonamientos que la obra pone al descubierto: nos opondremos a aquel gobierno dictatorial pero no servirá de nada, al final se terminarán saliendo con la suya, así que sería inteligente transigir, mejor mantengamos el diálogo crítico con ese régimen en vez de aplicar sanciones, nos queda demasiado lejos, en la mitad del Mundo pasa lo mismo, se acabará por olvidar aunque la causa sea muy justa, esto no tiene remedio…
Pero la verdad es radicalmente distinta. Enfrentarse a las dictaduras no es una opción, es un deber; no pactar con quienes pisotean los derechos humanos no es una alternativa entre otras posibles, es una obligación; entre cualquier agresión contra la libertad y la democracia y nosotros mismos no media más distancia que el cero; tras la sonrisa cínica del autócrata con el que se pacta o se dialoga críticamente está siempre el puño del torturador; cada segundo que miramos hacia otro lado hay alguien que grita por el dolor físico o mental que se le inflinge.
Y esto no es ingenuidad, es el más puro y duro realismo. Porque la ingenuidad es pensar que el asesinato, la desaparición, la violación, la mutilación genital o los electrodos van a desaparecer de ahí porque nosotros no queramos verlo u oírlo. Porque la idiotez es imaginar que hemos convencido al dictador cuando cierra la puerta tras nosotros. Porque la libertad no se negocia. Porque los derechos humanos son de todos a partes iguales.
Conviene no olvidarlo, sobre todo cuando se vive en democracia y, por ello mismo, se adquiere una responsabilidad individual y colectiva que nos obliga a defender los derechos humanos en todo momento.
Gracias por ello a Carlos Berzosa, a Tomás Fernández, a Alán Cantos y a Baltasar Garzón, entre otros muchos, por habernos regalado la oportunidad de preguntarnos, una vez más –y nunca serán suficientes-, si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará? Y, sobre todo, por constatar que sabemos la respuesta.
Carlos Carnero
1 comentario:
Estimado señor Carnero,
Primero querría presentarme: soy un estudiante de la Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Este año he sufrido un repentino y agravado europeismo que no tenía en años anteriores; seguramente por desconocimiento. Antes desconocía la importancia de La Unión Europea en cuanto a materia de Derechos Humanos y ante sus competencias.
Al comenzar a interesarme por las Relaciones Internacionales, y después de acabar un curso de la Catedra Jean Monnet impartido por José María Gil-Robles (que sé que no es afin a su ideología, pero es de europeismo de lo que hablamos) y de varias asignaturas que me han permitido conocer más de fondo a la Unión, me he dado cuenta de la suma importancia que Europa tiene, no sólo en relación a los Derechos Humanos en los Estados Miembros, sino el deber (como bien lo ha llamado) con el resto del mundo de no dejar lugar a dudas sobre la legitimidad de estos, y de la gran importancia y responsabilidad que tenemos para no permitir su más ínfima vulnerabilidad.
He podido conocer de buena mano (gracias a otros cursos de esta Catedra) la importancia que el Parlamento Europeo, donde usted se encuentra, tiene en todos los temas relacionados con Europa (más incluso cuando se termine aprobando el Tratado de Lisboa).
Por ello le pido, (y si me permite ponerme un poco reivindicativo, ya que soy un futuro politólogo: tambien le exijo) que haga todo lo que este en su mano (que no es poco) para apoyar esta causa universal, y que ningún impediento le haga frenar, porque la defensa de los Derechos Humanos es innegalbe.
Me alegra saber, o espero alegrarme, que el señor López Aguilar haya sido designado como presidente de la comisión de Libertades Civiles, espero que cumpla el gran cometido que ahí puede llevar a cabo.
Aunque por desgracia muchos españoles desconocen que el futuro de España se juega en Europa, algunos ya nos empezamos a dar cuenta de ello, y somos los jovenes, el futuro. De ese modo, les recordamos que estamos atentos a lo que ocurre en Europa, que en algún momento pasará de sus manos a las nuestras, y todo lo que ustedes hagan serán dificultades o facilidades para nosotros en el futuro.
Así que, por favor, no deje de recordar el maravilloso y fascinante proyecto en el que se encuentra, y recuerde que en algún momento, nosotros recogeremos todo (tanto lo bueno como lo malo) que ustedes hayan estado sembrando.
De ante mano, le doy las gracias.
Un cordial saludo.
Hugo Cuello Díaz
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