martes, 12 de mayo de 2009

¿Cómo combatir la abstención en las europeas?

Ayer os prometía una reflexión sobre medidas posibles para combatir la abstención en las elecciones europeas. Como lo prometido es deuda, aquí tenéis el artículo que acabo de publicar en Nueva Tribuna:

Ciudadanía y listas abiertas frente a la abstención europea

Reconozco que me encantan las nuevas series estadounidenses de hospitales. Me siento frente al televisor el domingo por la noche y me sumerjo sin interrupción en tres capítulos de “Sin cita previa”, “Anatomía de Grey” y “House”. Desde luego, lo que menos me interesa son los casos clínicos: no estudié medicina ni tengo intención de hacerlo. No, lo que más me gusta es su forma de afrontar los problemas: sin restar al individuo su independencia de criterio –¡bienvenida sea!-, las decisiones se terminan adoptando colectivamente, incluso cuando Hugh Laurie está de por medio.

Bendita distancia con el arbitrismo que estos días recorre los comentarios periodísticos que anuncian con la seguridad que otorga la unanimidad de los sondeos que las elecciones europeas del próximo 7 de junio tendrán, de nuevo, un claro e incontestable vencedor por KO: la abstención, que si hace cinco años se acercó en España a la escalofriante cifra del 55 % podría ahora dar el do de pecho y situarse en torno al 60. Ojalá la campaña electoral sirva para aminorar las previsiones y levantar el alicaído ánimo de los votantes, porque de lo contrario la Europa unida sufrirá un nuevo golpe de credibilidad y autoridad, interna y externamente.

Muchos achacan tan enorme abstención a razones innegables: el cuerpo electoral no recibe un mensaje claro y comprensible sobre la importancia de la UE en las decisiones que afectan –en micro y macro- su presente y su futuro, ve a la Unión como algo lejano al peso definitorio del voto y percibe que el Parlamento Europeo no es aún un legislativo con plenos poderes, con unos partidos incapaces de hacer un esfuerzo suficiente entre sus votantes potenciales sobre la necesidad de definir mayorías y minorías claras en las instituciones europeas.

Podemos lamentarnos ante la situación o tratar de hacerle frente, por higiene democrática –la abstención es una opción legítima ante las urnas, pero termina provocando anemia- y porque en muchos países europeos (aquí, de momento, no) la baja participación va a facilitar la llegada de un nutrido grupo de diputados extremistas al Parlamento Europeo.

Si queremos encarar la situación, conviene actuar como los equipos médicos antes citados: en conjunto, con decisiones colectivas de todos los partidos y actores sociales involucrados en la construcción europea, con terapias mantenidas en el tiempo, que busquen resultados sostenidos.

La primera: conformar de verdad una ciudadanía europea. No sabemos si los electores españoles se acercarán a las urnas o se alejarán de ellas conscientes de que pueden actuar como ciudadanos europeos con nuevos derechos, que se acrecentarán cuando entre el vigor el Tratado de Lisboa –incomprensible nombre para una norma básica de la UE que hereda lo escrito en la Constitución Europea, denominación esta que sí era clara y contundente, una con la que cualquiera podía identificarse-, pero a estas alturas deberían poder hacerlo. Ha fallado la información y la interacción, porque nos hemos olvidado colectivamente de que la construcción europea será ciudadana o no será.

La segunda: dinamizar los comicios aumentando la libertad de elección de los votantes. Coincidí con lo propuesto por el liberal británico Andrew Duff en el Parlamento Europeo y, ahora, a punto de abandonarlo, vuelvo a hacerlo: uno, las candidaturas europeas deberían ser abiertas, instaurándose el sistema de preferencias, de forma que los electores puedan respaldar una orientación política pero, a fin de contrarrestar la lejanía de la Eurocámara, también optar por las mejores personas para representarles dentro de un colectivo; dos, configurar listas transnacionales que visualicen la existencia de una política europea más allá de las fronteras nacionales.

La abstención en las elecciones europeas no es una enfermedad crónica e incurable. Pero, para vencerla, hace falta utilizar nuevos medicamentos. Ciudadanía y listas abiertas y transnacionales son algunos de ellos.

Carlos Carnero

1 comentario:

Kali Tuxi dijo...

el problema es que aquí no parece que haya muchos dispuestos a escucharte... nos vemos pronto...