viernes, 28 de noviembre de 2008

Paquete europeo frente a la crisis: cuando la buena voluntad no basta

La Comisión Europea presentó el miércoles pasado un paquete contra la crisis económica. Tan Indudable la buena voluntad del Ejecutivo comunitario como que su actuación pone de manifiesto la urgencia de dotar a la Unión Europea de una política económica digna de tal nombre. Mi opinión la acabo de exponer en un artículo que publico hoy en Nueva Tribuna al que podéis acceder a través del enlace y que reproduzco íntegramente:

Paquete europeo frente a la crisis: cuando la buena voluntad no basta
Las decisiones de los estados miembros para movilizar recursos frente a la crisis serán de su padre y de su madre, pues cada gobierno establecerá el carácter de las mismas. De hecho, la cacofonía comienza a ser ruidosa.
Nadie duda de la buena voluntad de la Comisión Europea al presentar su paquete de medidas para reactivar la economía de la Unión en esta época de crisis. Al contrario, se trata de un meritorio esfuerzo que, sin embargo, no puede esconder la realidad en la que, lamentablemente, nos movemos: frente a desafíos globales de profundidad, la Europa unida no cuenta ni con los instrumentos ni con las competencias suficientes para actuar con garantías de éxito.En primer lugar, los 200.000 millones de euros anunciados por el Presidente Barroso no pasan de ser una cifra mágica, para ruedas de prensa, pero no real. De ellos, solo 30.000 corresponden a la UE como tal, sin olvidar que una buena parte de ese esfuerzo cuantitativo propiamente comunitario no es dinero nuevo, sino una suma de adelantos temporales de partidas previstas para más tarde. El resto es la adición de lo que los estados miembros decidan libremente incluir –o no- en sus respectivos paquetes nacionales, sin más coordinación o sinergia que la que soberanamente asuman de las recomendaciones de la Comisión Europea.En segundo lugar, las decisiones de los estados miembros para movilizar recursos frente a la crisis serán de su padre y de su madre, pues cada gobierno establecerá el carácter de las mismas. De hecho, la cacofonía comienza a ser ruidosa: hay quienes apuestan por la inversión pública (como España), hay quienes deciden bajar temporalmente impuestos como el IVA (caso británico) para fomentar el consumo rápido y hay, en fin, quienes –como Berlusconi-, a falta de mejores ideas, recurren a copiar el Food Stamps Programm norteamericano de finales de los años 30 entregando tarjetas de débito a los más pobres para que puedan adquirir bienes de primera necesidad por un valor mensual de 40 euros.El problema no reside en si tales planes nacionales tendrán éxito o no, que esperemos que sí. La cuestión central está en otro punto: ¿cómo es posible que un mercado único de 500 millones de habitantes, en el que la demanda y la oferta es principalmente interna al conjunto y muchos de cuyos países tienen una moneda común se pretenda salir de la crisis con medidas dispares y de carácter nacional? Salvando las distancias, ¿alguien se imagina al Presidente de los Estados Unidos contemplando cómo cada uno de los 50 estados de la república grita sálvese quien pueda mientras él se limita a anunciar unos cuantos miles de millones de dólares aportados por el gobierno federal? No, claro, pero porque el inquilino de la Casa Blanca cuenta con competencias y presupuesto suficiente para hacer lo contrario, es decir, porque es titular de una política económica común para todo el país.He aquí el talón de Aquiles de la UE: tenemos el euro y somos un mercado único, pero no tenemos una política económica digna de tal nombre; contamos con la moneda única, pero ni tenemos gobierno económico de la Unión ni presupuesto para actuar; somos un mercado único, pero la armonización fiscal brilla totalmente por su ausencia. Y lo que te rondaré morena…Así no se puede seguir. La Comisión Europea podrá continuar haciendo ejercicios de voluntarismo cuanto pueda y desee. Pero no solo de voluntarismo vive la UE, máxime cuando la imagen transmitida a la opinión pública puede crear el espejismo de la existencia de un paquete europeo de 200.000 millones que no pasa de ser un sumatorio de promesas y buenos deseos.Sería mucho mejor activar cuantas medidas permitan las actuales competencias comunitarias, desde luego, pero, al mismo tiempo, poner a los estados contra la espada y la pared denunciando desde Bruselas las carencias existentes y demandando reformas constitucionales para establecer de una vez una política económica europea. De lo contrario, las promesas de hoy pueden tornarse lanzas en el futuro. Aclaro: lanzas para la imagen de la Unión ante la ciudadanía, no para lo gobiernos que niegan los poderes necesarios para actuar.

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