Europa no puede terminar en la esquina de las mesas
Está claro que la crisis financiera internacional ha servido para que la Unión Europea actuara en tiempo real.
Ahí están las reuniones sucesivas, casi a rtimo frenético, del Eurogrupo (con la participación añadida del Reino Unido a pesar de mantener la libra esterlina), del Consejo Europeo o de la Cumbre Extraordinaria del 7 de noviembre y, por supuesto, las decisiones adoptadas: desde la puesta en marcha de una directiva aumentando el monto de los depósitos protegidos en los bancos hasta las propuestas elevadas a la Cumbre de Washington. La opinión pública lo ha percibido así. Buenas noticias.
Sin embargo, una cosa es la voluntad política (demostrada con sobresaliente por Sarkozy y Zapatero, entre otros) para reaccionar frente a coyunturas y otra -que debería venir a continuación- organizar las cosas para que las respuestas futuras de la UE sean encauzadas con competencias y procedimientos suficientes a aplicar en cualquier circunstancia, de forma que el peso de la Unión y su capacidad de intervención estén a la altura de los problemas y de las necesidades ciudadanas.
De lo contrario, podríamos estar viviendo un espejismo, porque no podemos ocultar -para tratar de solucionarlo- que la UE transita hoy en día por una situación complicada, en la que el contenido de la Constitución Europea -transmutada en Tratado de Lisboa- está todavía en el aire, cuando es más necesario que nunca contar con sus provisiones.
Máxime a la vista de la tarea que nos queda por delante para conseguir que el mundo de pasado mañana sea más racional y previsible, es decir, más regulado democráticamente en todos los órdenes, cuando la victoria de Obama ha abierto una esperanza para contar con un socio con el que trabajar en pro de ese objetivo.
Por eso coincido con buena parte de lo que afirma Joschka Fischer en una entrevista que publica El País, especialmente con la frase con la que termina: "O Europa se une más ahora, de verdad, o nos sentaremos en las esquinas de las mesas". Y no estamos en condiciones de permitírnoslo.
Así que para evitarlo votamos ayer por la noche en la Comisión de Asuntos Constitucionales del Parlamento Europeo, reunida en Estrasburgo, una resolución firme y clara demandando la entrada en vigor del Tratado de Lisboa antes de las elecciones europeas de junio de 2009.
Sinceramente, creo que el obstáculo del NO irlandés puede ser salvado democráticamente con facilidad, porque un sondeo publicado por el Irish Times indica que una clara mayoría ciudadana quiere votar de nuevo y hacerlo afirmativamente.
Esperemos que el gobierno de Dublín se de por aludido.
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