domingo, 3 de agosto de 2008

La pobreza en la carrera presidencial norteamericana: por algo nos gusta más Obama -aunque podría gustarnos más-

La carrera hacia la Casa Blanca tomará todavía mayor impulso cuando este mes de agosto tengan lugar las convenciones que designarán oficialmente a los candidatos demócrata y republicano a la presidencia de los Estados Unidos. Mucho nos fijamos desde Europa en lo que Obama y McCain proponen en cuanto a política exterior, como es lógico. Pero suele decirse que tal política refleja normalmente lo que el gobierno respectivo hace de puertas adentro. Por eso me ha parecido especialmente interesante el artículo publicado en The Guardian Weekly por Ewen MacAskill con el elocuente título de "Poverty and despair are the forgotten issues in America's presidential race" ("La pobreza y la desesperación son los grandes olvidados en la carrera presidencial norteamericana"). Los datos sobre la realidad social de los Estados Unidos que señala en el mismo son, sencillamente, escalofiantes. Me limitaré a cuatro: el último censo -de 2006- indica la existencia de 36 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza, de las que el 8'2 % son blancas, el 10'3 % asiáticas, el 20'6 % latinas y el 24'3 % afroamericanas; el porcentaje de niños viviendo en la pobreza es el más alto de los países más ricos; los habitantes del estado más próspero -Connecticut, en el área de Nueva Inglaterra- tienen una esperanza de vida 30 años superior a los del más pobre -Mississippi-; algo que tiene mucho que ver con que 47 millones de personas carezcan de seguro médico, teniendo acceso únicamente a las atenciones mínimas imprescindibles. Pues bien, tras la salida de John Edwards de la contienda electoral, ningún candidato se ocupa prioritariamente de estos temas y los medios de comunicación hacen una referencia escasa a los mismos, centrando su atención sobre asuntos económicos en la crisis financiera y en quienes tienen problemas con sus hipotecas o los pagos de sus tarjetas de crédito, sin dedicar una línea a quienes jamás han tenido -y preivisiblemente nunca poseerán- ninguna de las dos cosas. Sin embargo, la gran diferencia entre Obama y McCain es que el primero se propone al menos introducir una cobertura sanitaria parcial, mientras que el segundo se aferra a las leyes del mercado en ese asunto. Como afirma el articultista de The Guardian Weekly, solo con que, de llegar a la Casa Blanca, el demócrata no hiciera otra cosa durante su mandato, marcaría un cambio sustancial en la vida de muchos norteamericanos. Por eso nos gusta Obama -aunque podría gustarnos más- y por eso estamos orgullosos de que el modelo social Europeo sea un estado del bienestar que en España introdujo el PSOE con Felipe González a la cabeza y ahora, con leyes como las de autonomía personal, trata de reforzar con Zapatero.

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