lunes, 28 de enero de 2008

El 9 de marzo, la izquerda europea mirará atentamente hacia España

Las elecciones generales que tendrán lugar en España el 9 de marzo son cada vez más unos comicios europeos. Me explico: es verdad que todas los procesos electorales que se celebran en un estado miembro de la Unión terminan afectando de forma indirecta al conjunto de sus 500 millones de habitantes, porque las cosas europeas están ya tan relacionadas entre sí que cualquier movimiento en el tablero implica consecuencias a 27, pero en este caso todavía más, al menos por dos razones:

- una: la izquierda europea tomada como un todo no goza de una salud especialmente buena, pues gobierna en solitario en una minoría de países, en varias naciones lo hace compartiendo obligadamente el poder con el centro-derecha en forma de gran coalición –Alemania, Austria, Holanda-, en otros los ejecutivos que anima acaban de caer –caso de Italia-, sus perspectivas de mantenerse en el gobierno en ciertos estados son inciertas –Reino Unido- y, finalmente, las divisiones la golpean con fuerza en países centrales –como Francia-; España es, por lo tanto, una excepción que confirma la regla al tener un gobierno socialista monocolor apoyado por un PSOE unido que todos los sondeos predicen como ganador el 9 de marzo;

- otra: el discurso conservador se manifiesta cada vez con mayor fuerza y menos rubor en el conjunto del continente, sea vía postulados culturales retrógrados como los defendidos por parte de la jerarquía católica, sea posiciones tendentes a la no regulación del mercado y el cuestionamiento del modelo social europeo, que buscan ahondar todavía más si cabe la tendencia que ha reducido sin tregua la participación de los salarios en el conjunto de la renta en las última décadas y, al tiempo, abrir la puerta al dumping social utilizando como palanca la última ampliación de la UE, la cara negativa de la globalización y el surgimiento de nuevos actores económicos como China e India; aquí también la gestión del Ejecutivo de Zapatero se desmarca de la tendencia general, ya que su política se ha basado en la igualdad social y el reconocimiento de nuevos derechos ciudadanos, con un acento extraordinariamente progresista.

Así si el 9 de marzo el PSOE revalida su mayoría, lo ocurrido en España será clave para Europa en esos dos terrenos: por un lado, frenar e incluso invertir la tendencia descendente de la izquierda europea ante la derecha, y, por otro, ser un polo de referencia para la recuperación de valores civiles avanzados frente al neoconservadurismo que asoma con fuerza por diversas vías y en variados ámbitos.

De lo contrario, si el PP de Mariano Rajoy –más que nunca en manos de José María Aznar, como pocos dudan ya tras la confección de las listas electorales y la exclusión de las mismas del Alcalde Madrid- triunfara, la consecuencia en la Unión sería inmediata: no solo la derecha europea (política o social) sumaría un nuevo gobierno, sino que su ala más retardataria se vería reforzada tanto en política exterior como en lo ideológico. Hasta tal punto que no creo que Angela Merkel dieran precisamente saltos de alegría, que corresponderían más bien a gentes como Silvio Berlusconi.

Finalmente, la victoria o derrota de Zapatero repercutirían sobre el proceso de construcción europea. Ahora que toca desarrollar al máximo las potencialidades del Tratado de Lisboa, conviene tener entre los grandes de la Unión a un gobierno español como el socialista, que apostó en su día por la Constitución Europea, más que a uno del PP que fue tibio sobre la misma y prefiere mirar antes a Londres o a Washington que a Bruselas, con un europeísmo más que tibio entre sus máximos dirigentes.

Termino siendo sencillo, que no simple: Zapatero significa más Europa, más sociedad y más derechos; Rajoy, menos Europa, más mercado y menos derechos. A la vista de lo cual, como español sabría a quien votar…y como europeo también.

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