miércoles, 13 de febrero de 2013

"Claridad europea con los islamistas", mi post en el Blog Alternativas en El País

Claridad europea con los islamistas


08 de febrero de 2013

CARLOS CARNERO

El asesinato a tiros del abogado y político tunecino Chokri Belaid debería implicar un punto de inflexión en la visión europea del momento político por el que atraviesan los países de la Primavera Árabe.

Con demasiada facilidad, las instituciones, los analistas y los medios de comunicación de la Unión Europea han asumido la llegada al gobierno de partidos islamistas como una muestra de la normalidad democrática recién conquistada y, al tiempo, como una oportunidad de conseguir que tales fuerzas, por el propio ejercicio del poder, entraran en una vía de moderación ideológica.

El planteamiento en boga venía a afirmar que tales partidos no estaban necesariamente reñidos con un concepto aceptable del ejercicio de las libertades por el hecho de ser confesionales y que, en consecuencia, la colaboración europea con sus gobiernos debía desarrollarse con la misma naturalidad con la que se actuaría si, en su lugar, los ejecutivos estuvieran formados por partidos no confesionales.

La realidad, como muchos alertaron hace ya meses, está dando al traste con una concepción tan ingenua.

En primer lugar, porque los partidos islamistas confesionales tienden a considerar la democracia como un mero instrumento temporal para conformar una sociedad en la que principios tan básicos, universales y no relativizables como la división de poderes, el respeto de los derechos humanos (empezando por la no discriminación por razón de género) y la alternancia en el gobierno son considerados artificiales o provisionales.

En segundo lugar, porque tales formaciones no entienden que mantener opiniones divergentes sea algo normal y habitual en democracia, sino una forma de atentar contra algo que está por encima de cualquier constitución: el poder divino, indiscutible para cualquier ser humano. O sea, un pecado mortal.

Y en tercer lugar, porque, de una manera u otra, el fin principal de su gestión no es tanto resolver los graves problemas económicos y sociales existentes (falta de crecimiento, desempleo masivo, inexistencia de un estado del bienestar, enormes niveles de pobreza y desigualdad) sino imponer un modo de vida acorde con su interpretación del Corán que, antes que a nadie, golpea los derechos de la mujer.

Si es cierto que en los partidos islamistas mayoritarios de Túnez y Egipto se considera que no todos los objetivos pueden alcanzarse de la noche a la mañana, no es menos verdad que la presión de los salafistas (en muchos casos bienvenida como “ejército de la cachiporra” hacia el interior y elemento para mostrar la supuesta moderación propia hacia el exterior) ha llevado a acelerar el paso.

Las decisiones autoritarias de Morsi en El Cairo y de Ennahda en Túnez van exactamente en esa dirección y en ambos casos han cosechado una firme y valiente respuesta de amplios sectores de la población decididos a decir “¡Basta!” ahora que todavía están a tiempo de manifestarse.

En esta coyuntura, la Unión Europea no puede equivocarse una vez más. Si antes de la Primavera Árabe no dijo una sola palabra frente a los dictadores en el poder, no está en condiciones de guardar silencio de nuevo.

Para ello, debería aplicar sus propias decisiones: que la cooperación con los países mediterráneos tendrá como objetivo y medida esencial la construcción de una democracia profunda que implique elecciones libres, sí, pero también un estricto respeto de los derechos humanos, sin hacer la vista gorda a que alguien –islamista o no- viole en uno u otro caso las reglas de juego.

Si la UE actúa en tal sentido y, además, lo hace en conjunto con los Estados Unidos, el efecto será alentador para que la transición hacia la democracia en los países árabes siga hacia delante. De lo contrario, el mensaje a quien pretende forzar la mano a los principios de la Primavera Árabe será demasiado nítido: pura debilidad, carta blanca.

El atentado terrorista contra Chokri Belaid tenía la intención de amedrentar a los hombres y mujeres libres de Túnez, lo mismo que las palizas y altercados de las autodenominadas Ligas de Protección de la Revolución, tan o parecidas en su versión islamista a los Guerrilleros de Cristo Rey de nuestra transición.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Sube la deuda, baja la bolsa: nos deben una explicación: mi artículo en El Huffington Post

Sube la deuda, baja la bolsa: nos deben una explicación


Carlos Carnero

El Huffington Post

06/02/2013 08:02

Nos deben una explicación. O mejor dicho dos. Y no, no se preocupen que no me refiero al Presidente Rajoy sobre el Caso Bárcenas. Lejos de mi ánimo escribir más sobre lo mismo, cuando lo fundamental ya está planteado.

Mis tiros van por otro lado y tienen que ver con los intereses económicos directos de los ciudadanos, con lo que van a notar en su bolsillo por una vía u otra, a raíz de la subida de la prima de riesgo y de la caída de la bolsa en los últimos días, que en ambos casos han sido notables. Notables e inaceptables, la verdad, porque sin necesidad de profundizar mucho se llega a la conclusión de que, al menos en parte -en una buena parte, en realidad- podían haber sido evitadas.

En los dos casos se argumenta que la causa está en la inestabilidad política provocada por los supuestos asuntos de corrupción ligados al Caso del extesorero del PP. Sin duda es así. Pero...

Si el Gobierno hubiera utilizado el ofrecimiento del Banco Central Europeo (formulado el 6 de septiembre, hace ya cinco meses) de activar una línea preventiva de crédito para adquirir ilimitadamente deuda española, hoy estaríamos en condiciones de reducir los daños adicionales de esta coyuntura en la prima de riesgo. Por supuesto que, desde el primer momento de hacer uso de tal posibilidad, se habrían reducido los pagos por intereses de la deuda -que siguen siendo altísimos y suman para 2013 una previsión de casi 40.000 millones de euros-, y ahora tendríamos en nuestras manos un arma (la compra por parte del BCE) contra unos especuladores que, junto a la desconfianza natural de los inversores ante la inestabilidad política, la azuzan interesadamente para volver hacer caja. Pues por mucho que se empeñaran, estaríamos hablando de una prima de riesgo de 200 puntos, no de 350 o 390, y de unos tipos de interés sensiblemente menores a los actuales. En cualquier caso, cada día al alza aumentará la partida a pagar por el estado, o sea, por todos los contribuyentes.

Hablemos ahora de la Bolsa. Cierto, ante la tormenta política hay quien vende para irse a otros mercados o para poner su dinero en una deuda cuya prima de riesgo vuelve a elevarse. Pero los que pagan el pato no son otros que los pequeños y medianos inversores, poco dados a irse de un lado a otro y que ven cómo el valor de sus ahorros -ahora que empezaba a recuperarse un poco- vuelve a venirse abajo. ¿Es normal que en estas circunstancias la Comisión Nacional del Mercado de Valores haya levantado la prohibición sobre las operaciones especulativas en la Bolsa vigente durante los últimos meses? No, no lo es. Los argumentos para tal acuerdo parecen insostenibles: se le da vida al mercado, se evita la sobrevaloración natural de las acciones... No sé si les habrá pasado por la cabeza que con ello arrimarían compradores a la deuda para limitar la subida de la prima, pero si lo pensaron no han conseguido ni de lejos el efecto deseado.

No hay que romperse la cabeza: el Gobierno debe pedir de una vez por todas la línea de crédito preventiva para la compra de deuda por el BCE y la Comisión Nacional del Mercado de Valores tiene que prohibir indefinidamente las operaciones especulativas en la Bolsa, proponiendo que otro tanto se haga en los mercados de valores de la zona euro. Al fin, soluciones lógicas y europeas de pura defensa propia.

Lo de menos es el coste político para el Gobierno de lo primero y el desgaste institucional de la CNMV frente a los mercados de lo segundo.

En todo caso, nos deben una explicación.