Cambio de aires en Madrid: mi artículo en Nueva Tribuna
Aquí tenéis el artículo que publico en Nueva Tribuna:
Cambio de aires en Madrid*
Carlos Carnero
Polémica en Madrid por el nivel en el aire de la ciudad de partículas contaminantes procedentes de los coches: citan en concreto la PM2,5. Diversos investigadores denuncian que, a día de hoy, tal nivel afecta directamente a la salud de los madrileños y puede elevar el número de casos en determinadas enfermedades especialmente graves.
El Alcalde se defiende afirmando que cumple con los máximos exigidos en la legislación de la UE, concretamente en la Directiva 2008/50. Desde diversos ámbitos científicos y periodísticos se argumenta que es así, pero que lo que no se respeta son las recomendaciones de la OMS. Veamos.
Cuando era eurodiputado dediqué especial atención a denunciar los niveles de contaminación en Madrid. Presenté numerosas preguntas parlamentarias, que fueron contestadas por la Comisión Europea. El balance era claro: Madrid no iba por el buen camino. De hecho, llevaba años superando los niveles máximos de contaminación establecidos por la UE. Hoy, curiosamente, el Alcalde se parapeta en la legislación europea para eludir las críticas de los científicos. Para ello, hábilmente, se ha quedado con el tema de las partículas PM2,5. olvidándose del dióxido de nitrógeno que sale por los tubos de escape. Por ejemplo: en 2009, había 54 microgramos de tal gas tóxico por metro cúbico, cuando Bruselas fija un máximo de 42.
Eso sí, como por arte de magia 2010 registró una disminución espectacular del dichoso dióxido. ¿Por la disminución del tráfico? Bueno, quien vive en Madrid no necesita muchas estadísticas para saber que el número de vehículos no ha descendido precisamente. El truco está en los cambios introducidos por el Ayuntamiento en la red de estaciones que miden la contaminación: que si pongo esta aquí cuando estaba allí, que si suprimo unas cuantas...
Como madrileño, soy sufridor de las políticas municipales que han fomentado el tráfico privado sobre el colectivo, incidiendo de forma determinante en los niveles de contaminación. En ese fenómeno ha tenido un papel relevante el soterramiento de la M-30, que denuncié tal y como se estaba llevando a cabo: a día de hoy, ni ha mejorado la circulación ni ha contribuido a proteger el medio ambiente, aunque lo que sí ha conseguido es empujar a las finanzas municipales a una situación agónica que pagaremos todos durante años a base de impuestos a quienes llevaron a cabo la obra y van a mantenerla a lo largo de décadas.
Pues bien: como ciudadano me permito sugerir a quienes deben controlar políticamente en Madrid y en Bruselas lo que hace el Ayuntamiento que pregunten por otro tema: ¿cuál es la concentración de nanopartículas contaminantes –especialmente peligrosas- procedentes de los vehículos privados en las zonas que rodean las chimeneas de salida de humos de la M-30, tan habitadas como cualquier otra?; ¿se cumpliría en tales entornos la Directiva que el Alcalde esgrime para decir que Madrid respecta le legislación europea?
La Europa protectora de derechos existe ya y existirá cada vez más en el futuro. Impuso lo que no se quiso hacer en la M-30: un estudio de impacto ambiental. Y hoy debe seguir siendo una referencia fundamental para que los madrileños respiremos algún día un aire más limpio.
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