sábado, 22 de septiembre de 2012

Independencia unilateral: imposible en la UE. Mi artículo en El País

Ahora que se habla de la independencia unilateral de Cataluña, publico un artículo en El País abordando el encaje constitucional que tendría en la UE una decisión así adoptada por cualquier región en un estado miembro. Mi respuesta: no tiene tal encaje. Así lo expongo en un artículo en El País que ha tenido un amplio seguimiento:

Independencia unilateral: imposible en la UE

Carlos Carnero González
Si una región de un país de la UE declarara unilateralmente su independencia, la Unión Europea no podría “reconocerla” ni considerarla como un nuevo Estado miembro sin aplicar el procedimiento de adhesión en vigor. Así ocurriría con cualquier secesión que tuviera lugar unilateralmente en no importa qué país de la UE. ¿Por qué? Porque así lo estipula el artículo 4.2 del Tratado de la Unión, directamente heredado de la Constitución Europea elaborada en la Convención.

Los convencionados europeos aprobamos incluir en la Constitución un artículo, el I-5, que decía: “La Unión respetará la igualdad de los Estados miembros ante los Tratados, así como su identidad nacional, inherente a las estructuras políticas y constitucionales de estos, también en lo referente a la autonomía local y regional. Respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto garantizar su integridad territorial, mantener el orden público y salvaguardar la seguridad nacional. En particular, la seguridad nacional seguirá siendo responsabilidad exclusiva de cada Estado miembro”. Así figura hoy en el Tratado de Lisboa. Solo la última frase del artículo fue incluida por la Conferencia Intergubernamental que lo adoptó.

En otras palabras, bastaría con que el Estado concernido comunicara a la UE que la decisión ha sido unilateral, es decir, que vulnera su identidad nacional y su ordenamiento constitucional y que, por lo tanto, no cuenta con su acuerdo, para que el “reconocimiento” de la misma no se produjera. De hecho, la Unión ni siquiera estaría en condiciones formales de plantearse abordar la cuestión, pues de hacerlo excedería sus competencias vulnerando el principio de atribución.

En cuanto al ingreso en la Unión, si la secesión fuera acordada podría —digo podría, muy en condicional— imaginarse una interpretación que evitara la aplicación del artículo 49 del Tratado de la UE (también heredado en buena medida de lo contemplado en la Constitución Europea). Aunque probablemente cualquier recurso ante el Tribunal de Justicia de la Unión tumbaría fácilmente esa vía rápida y obligaría a entablar un farragoso procedimiento de negociación para el ingreso.

Pero lo que sí es evidente es que, si la independencia hubiera sido unilateral, el nuevo Estado tendría que someterse a tal artículo, que requiere, para culminar la adhesión, la unanimidad de los Estados miembros, imposible de alcanzar pensando que, previsiblemente, el Estado miembro afectado votaría en contra.

Hasta aquí los temas constitucionales, lo que el “estado de derecho” europeo estipula y debe cumplirse. Cosa añadida serían las consecuencias prácticas inmediatas para quien declarase unilateralmente su independencia al verse automáticamente fuera de la UE: salida de la unión aduanera, del mercado único, del euro.

En fin, una catástrofe para la región que actuara unilateralmente, para el Estado al que perteneciese y para la UE, que se vería confrontada con un proceso exactamente contrario al que su propia existencia significa: superar fronteras en vez de crearlas.

Carlos Carnero fue miembro de la Convención Europea.


¿Segundo rescate? Mis artículos en el Huffington Post y en Nueva Tribuna

¿Habrá un segundo rescate de España en forma de utilización de la línea preventiva anunciada por Mario Draghi el 6 de septiembre? Mi opini.on: debería haberlo y el Gobierno tendría que pedirlo con rapidez. Lo argumento en dos artículos publicados en el HP y en Nueva Tribuna. Aquí los tenéis:


Rescate: Lo importante es negociar bien
Carlos Carnero.Director gerente, Fundación Alternativas


Lo ha dicho el director del Corriere Della Sera y lleva más razón que un santo: después de pasarse meses demandando al Banco Central Europeo la compra de deuda pública, ahora resulta que tanto España como Italia se hacen las remolonas a la hora de pedir la activación de la línea abierta a tal fin por Mario Draghi.

Que no se engañen ni Monti ni Rajoy: así lo único que van a conseguir es que a los países que gobiernan les pase lo mismo que al del cuento de "que viene el lobo" -perdiendo una credibilidad imprescindible ahora y cuando las cosas se pongan, si es el caso, todavía más feas- y, desde luego, que los especuladores vuelvan a la carga.

Draghi -con el beneplácito o el apoyo de Alemania y Francia, ahí es nada- ha dado un paso de una importancia sustantiva en la construcción de la unión económica europea, que podría poner fin de una vez por todas al infierno de la prima de riesgo que se viene sufriendo desde hace demasiado tiempo.

Le llamen bazooka o trabuco, esta vez el BCE ha definido un arma efectiva que puede poner en fuga a los especuladores y, en consecuencia, reforzar aún más un euro contra el que llevan lanzándose en manada desde el comienzo de la crisis económica originada en Estados Unidos hace ya un lustro.

Para argumentar el remoloneo, desde Roma y desde Madrid se utilizan -explícita o implícitamente- dos razones: que quizás con el mero anuncio baste y que hay que pensárselo muy bien porque la compra de deuda -sea por el Fondo o el Mecanismo Europeo de Estabilidad, sea por el BCE- conllevará nuevas condiciones.

Lo del "efecto anuncio" puede durar uno días o unas semanas. Pero no más: a los de la City o Wall Street les sobran argumentos para intoxicar a los inversores e instrumentos para desestabilizar las cosas en cuestión de horas.

¡Y hombre, si a uno le van a comprar deuda pública de forma ilimitada en el mercado secundario, ahorrándole, por ejemplo, en el caso de España, 12.000 millones de euros en intereses, se querrá saber con certeza que no se va generar más endeudamiento a cuenta de terceros!

El caso es que, incluso, el comisario Oli Rhen ha señalado que pocas condiciones adicionales de ajuste se le pueden demandar a España más allá de las existentes. A lo que cabría añadir que el gobierno respectivo -de Roma o Madrid- tiene en su mano negociar con la eurozona los términos de la intervención.

Lo importante es negociar bien, demostrando que a la economía le va mejor que el cumplimiento de los objetivos de déficit se consiga por la vía de actuar ante todo sobre el ingreso (profunda reforma fiscal progresiva mediante) y no sobre el gasto (para no seguir insistiendo únicamente en este capítulo, algo no solo injusto, sino contraproducente para el crecimiento y el empleo).

Quizás hay una tercera razón: no querer dar la imagen interna de sometimiento a dictados externos, de "pérdida de soberanía", pero la verdad es que no somos dueños de nuestro destino cuando desde un ordenador de un fondo de alto riesgo se nos vapulea y esquilma.

El tiempo vuela. Madrid, al menos, no debería perderlo. El Gobierno debe pedir la activación de la compra de deuda por el BCE rápidamente y establecer los mejores términos en la operación, acordando con las fuerzas políticas y sociales representativas su contenido, eso sí, con luz y taquígrafos.

Lo demás es no solo poner en riesgo nuestras finanzas, sino dar razones a terceros para poder decir que, al fin y al cabo, en la UE hay quien quiere una cosa y su contraria y que, cuando se crean herramientas imprescindibles, se está dispuesto a dejar que se achatarren.

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Un rescate para salir de la crisis
Carlos Carnero
Sabemos que, esencialmente, la distancia que separa la UE de convertirse en una unión política plena es la inexistencia, hasta la fecha, de una unión económica que incluya lo que ya funciona, es decir, la unión aduanera, el mercado único y el euro.

La crisis iniciada en los Estados Unidos en 2008 ha forzado a la UE a ir tomando decisiones que, aunque haya sido a través de un itinerario fijado en cada momento por los acontecimientos, van configurando esa unión económica.

El lanzamiento de la preparación de la unión bancaria y la inminente entrada en vigor del Mecanismo Europeo de Estabilidad representaban hasta hace pocos días los últimos pasos hacia aquella unión económica.

Pero, afortunadamente, las decisiones adoptadas por el Banco Central Europeo a principios de septiembre representan no solo un nuevo avance en esa dirección, sino también un ampliación de sus funciones y una apuesta determinante para poner fin a la crisis de la deuda.

Frente a la ortodoxia imperante hasta la fecha, el BCE empieza a asumir tareas similares en ese terreno a los bancos centrales de los estados nación, con la complejidad que representa serlo de la única unión monetaria supranacional digna de ese nombre existente en el Planeta.

Por otro lado, Frankfurt ha activado por fin un arma verdaderamente disuasoria frente a los especuladores que llevan haciendo pingües beneficios con sus ataques contra el euro desde hace más de dos años.

Buenas noticias, desde luego, que deben ser aprovechadas con eficacia por los países que más han sufrido la crisis de la deuda, empezando por España e Italia.

Nadie comprendería en la UE o fuera de ella que, después de haber pedido por activa y por pasiva que el BCE adquiriese deuda pública de nuestro país para rebajar el tipo de interés que se paga a sus compradores, España comenzara a remolonear a la hora de solicitar la activación del mecanismo ofrecido por Mario Dragui.

Primero, porque su rápida puesta en marcha permitiría ahorrar al Tesoro el pago de cantidades ingentes de dinero. Segundo, porque el “efecto anuncio” obtenido en la bajada de la prima de riesgo será pasajero (ya comienza a serlo) si no se pasa de las palabras a los hechos. Tercero, porque los vencimientos y las colocaciones de títulos previstos para los próximos meses superan con mucho la capacidad de las finanzas públicas españolas, sin olvidar que sobre estas tendrán que asumir el creciente uso del fondo para las comunidades autónomas en apuros. Cuarto, porque las condiciones no tienen por qué implicar nuevos ajustes.

La Comisión Europea ya ha dicho, por boca de Rehn y Almunia, que no habrá nuevas condiciones. Pero, además, corresponde al gobierno negociar bien, convenciendo de que los objetivos de déficit pueden alcanzarse por la vía del ingreso (para lo que haría falta elevar la progresividad y la justicia impositiva) en vez de exclusivamente por la vía del gasto, como acaba de demostrar Hollande con su Agenda 2014. Se puede y se debe salir de la crisis sin debilitar el Estado del bienestar, al contrario, fortaleciéndolo.

Para negociar bien, el ejecutivo debería tomar decisiones imprescindibles: acordar la petición de rescate con las fuerzas políticas y sociales, con luz y taquígrafos, para presentar un frente unido con propuestas equilibradas y consensuadas.

Ni es tan difícil ni es tan dramático: hay que acudir lo antes posible a un segundo rescate, desde la convergencia de criterios en España, acogiéndose al mecanismo activado por el BCE, para que los fondos que hubiéramos pagado en intereses desorbitados a los especuladores se puedan utilizar en fomentar el crecimiento y el empleo, saliendo del bucle de la prima de riesgo.

Así sí que seremos de verdad más soberanos y contaremos de verdad con los recursos que necesitamos urgentemente y no podemos generar por nosotros mismos. Para eso se está en una Unión.