jueves, 5 de julio de 2012

Del Consejo Europeo a Mario Draghi: mis artículos en El País y El Huffington Post

Acabo de publicar dos artículos.

Uno en El País, con Diego López Garrido, sobre el Consejo Europeo de finales de junio, y otro en El Huffington Post, sobre la bajada de los tipos de interés por el BCE.

Ahí tenéis los enlaces y también los copio a continuación:

La Constitución europea, al rescate de la Unión


Diego López Garrido / Carlos Carnero González 30 JUN 2012 

¿Cuántas veces ha leído u oído usted aquello de “la fracasada Constitución Europea”? ¿O lo otro de “los diez años que la UE perdió en debates institucionales”, a propósito de su elaboración y posterior y accidentada trayectoria? Sí, muchas, ya lo sabemos. Lo hemos sufrido.

Seguro que coincidimos también en que las conclusiones del Consejo Europeo de junio no están nada mal. Incluso pensamos —con las debidas dudas provocadas por los precedentes, que solo el tiempo y la voluntad política de los gobiernos despejarán— que quizás estemos al comienzo del principio de un nuevo período de la construcción comunitaria que nos termine llevando a una verdadera unión económica (con todos los lados de la figura incluidos: fiscal, bancario, presupuestario, ¿social?) y a tener los instrumentos para salir de la crisis de la deuda de una vez por todas.

En realidad, pocas veces antes se han incluido tantas cosas en tan pocas líneas: un par de folios de acuerdos han sido más que suficientes para provocar una sensación de alivio que ha recorrido la UE, desde sus ciudadanos a sus mercados de valores.

En esos dos folios hay un párrafo especialmente importante que identifica como un objetivo de la UE romper el círculo vicioso entre bancos y emisores soberanos (léase estados que emiten deuda pública) gracias a que, en el inmediato futuro, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, con sus cientos de miles de millones de euros disponibles, pueda recapitalizar directamente a los bancos en dificultades a través del correspondiente Memorando de acuerdo, por supuesto.

Se dice que eso se hará realidad una vez se establezca un mecanismo único y efectivo de supervisión, en el que participe el Banco Central Europeo, para los bancos de la zona del euro.

Para ello, se pide a la Comisión Europea que presente en breve propuestas en tal sentido para que sean estudiadas por el Consejo Europeo antes de finales de 2012.

La Comisión presentará tales propuestas y, en consecuencia, el Consejo adoptará su decisión, basándose en el punto 6 del artículo 127 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, el segundo tomo del Tratado de Lisboa, para entendernos.

Tal punto 6 afirma que “el Consejo, mediante reglamentos adoptados con arreglo a un procedimiento legislativo especial, por unanimidad y previa consulta al Parlamento Europeo y al Banco Central Europeo, podrá encomendar al Banco Central Europeo tareas específicas respecto de políticas relacionadas con la supervisión prudencial de las entidades de crédito y otra entidades financieras, con excepción de las empresas de seguros”.

Hablamos, pues, de una piedra angular en la futura unión bancaria y, para los españoles, de que la mala situación de algunos de nuestros bancos no termine convirtiendo el rescate europeo ahora establecido en un incremento de nuestra deuda que termine costándonos, vía subida de la primera de riesgo, sudor y lágrimas.

¿Saben ustedes cuando entró el vigor el Tratado de Lisboa? El 1 de diciembre de 2009. Y parece que al final va a servir para algo porque sin el punto 6 de su artículo 127 hubiera sido legalmente imposible –al fin y al cabo, la Unión es una construcción de derecho en la que las decisiones necesitan bases jurídicas para ser adoptadas, que si no luego viene el Tribunal Constitucional alemán a sacar la tarjeta roja- que la cumbre adoptara un acuerdo de tanto calado como el indicado, que nos va a salvar, literalmente, la cartera.

Pero eso no es lo mejor. Ahora vamos. El punto 6 del artículo 127 que nos ha dado, como Unión y como España, el oxígeno que necesitábamos, lo adoptó la Convención y lo incluyó en la Constitución Europea. Por eso existe: de ella lo heredó directamente el Tratado de Lisboa.

Parece, años después, que con su muy mayoritario SÍ a aquella Constitución en el referéndum de 2005 los españoles no se equivocaron. Tras el no de franceses y holandeses, el voto español ayudó bastante a que el texto continuara andando y se convirtiese en su 95 % en el Tratado de Lisboa que hoy nos permite seguir adelante y a tiempo.

¿Década perdida? ¿Constitución fracasada?

Diego López Garrido, diputado socialista, y Carlos Carnero, Director Gerente de la Fundación Alternativas, fueron miembros de la Convención que redactó la Constitución Europea (2002-2003)

 Draghi interpreta la venganza de Merkel

La particular lectura que Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), ha hecho de las conclusiones del reciente Consejo Europeo no ha podido ser ni más decepcionante ni más clarificadora.

Pocos días después de que, en apenas dos folios, los máximos dirigentes de la UE transmitieran el esperanzador mensaje de que estaban dispuestos a dar pasos significativos hacia la unión económica solventando al tiempo algunos de los graves problemas que nos atenazan (particularmente en el terreno de la deuda y la salud de las entidades financieras), Draghi nos ha devuelto a la cruda realidad.

Al anunciar que los tipos de interés bajarían únicamente del 1 al 0,75 % (cuando en los Estados Unidos y el Reino Unido se sitúan en el 0,25 y el 0,50, respectivamente), Draghi ha añadido que el BCE no tiene ninguna intención de poner en marcha nuevos programas de compra de deuda pública de los estados miembros de la eurozona en dificultades o de ofertar liquidez adicional para el sistema bancario del mismo área.

Las consecuencias negativas han sido inmediatas, cosa de minutos, por ejemplo en España: hundimiento del Ibex y escalada de la prima de riesgo hasta 540 puntos, de forma que incluso la rescatada Irlanda se financia hoy en día con menor coste que nuestro país.

Lo que Draghi nos está transmitiendo con tales decisiones es una suerte de venganza de Angela Merkel: "si considerabais que había sido derrotada hace unos días, ahora comprobaréis hasta qué punto sigo dominando la situación".

La venganza incluye, al menos, dos capítulos. El primero: hasta que no pongáis en marcha nuevos ajustes en el sentido de mayor austeridad presupuestaria, no recibiréis nada a cambio. La segunda: una vez que hayamos comprobado la veracidad de los mismos, empezaremos a recorrer la senda de lo acordado en el Consejo Europeo, eso sí, con tranquilidad (la que a los italianos o a nosotros nos falta).

Ello vale tanto para lo decidido sobre la posibilidad de que el Mecanismo Europeo de Estabilidad compre deuda de los países asfixiados (siempre a cambio de un memorándum con contrapartidas para apretarse el cinturón) como en cuanto a que se pueda recapitalizar directamente a los bancos siempre y cuando el BCE asuma funciones de supervisor único a partir del artículo 127.6 del Tratado de Lisboa.

Esto es: hasta que tales decisiones se hagan realidad (¿en los próximos meses, en 2013?), Italia o España tendrán que seguir demostrando ser buenos alumnos en sufrir y en hacer frente en solitario a los ataques especulativos. Quizás en ese plazo hayan adelgazado lo suficiente como para que pasen la prueba de la báscula y las decisiones anunciadas por el Consejo Europeo se hagan realidad, mercados mediante.

A Alemania y al BCE, por cierto, no les viene nada mal tener a países extremistas en ese sentido que den la nota y amenacen con bloquear futuros acuerdos si no se sigue esa línea, papel cumplido estos días por Finlandia y Holanda.

Aunque nos duela reconocerlo, está claro que los europeístas podemos haber cantado victoria demasiado pronto.

Como las decisiones del BCE hacen evidente que Monti y Rajoy pagarán en sus propias carnes las consecuencias de lo acordado en Bruselas, y lo harán a un alto precio.

A este paso, la UE seguirá sufriendo en su credibilidad ciudadana por culpa de la obsesión de Berlín y Frankfurt en políticas tan sorprendentes como que sean anunciadas (en el caso del BCE) al mismo tiempo que otros nada sospechosos deciden exactamente lo contrario: es el caso del Banco de Inglaterra, que acaba de elevar su capacidad para comprar deuda en 50.000 millones de libras.

Por una vez, lleva razón Krugman: hay que plantarse en Berlín (Frankfurt se ha demostrado una sucursal de sus decisiones) para que, mientras esperamos la operación que representan los acuerdos del Consejo Europeo, se evite que nos maten de un infarto. El medicamento se llama "bazooka", lo tiene el BCE y consiste en comprar deuda italiana y, sobre todo, española, masivamente. Rajoy debe contar con todo el apoyo político para hacerlo.

Parece que el Gobierno alemán ha decidido actuar en base a la norma de a Dios rogando y con el mazo dando. El problema es que este país, al menos, no está para más golpes.

Golpes que, por cierto, recibimos cuando España se queda sin un nacional en la dirección del BCE. Peor momento, imposible.

Carlos Carnero,

Director Gerente de la Fundación Alternativas